Feijóo y Abascal empiezan a aprender a quererse
Parece que, después de meses de silencios tensos, reproches cruzados y abrazos de protocolo, Feijóo y Abascal han decidido probar suerte en su particular terapia de pareja política. El escenario del reencuentro amoroso: la Comunitat Valenciana. El motivo: encontrar un nuevo presidente de la Generalitat tras la dimisión de Carlos Mazón.
Lo que hasta hace poco eran gruñidos a distancia —“yo no me fío”, “yo no cedo”, “yo no dependo de nadie”— hoy se transforma en susurros de acercamiento. PP y Vox han vuelto a sentarse a la mesa, y aunque ninguno lo quiera admitir, empiezan a descubrir que, sin el otro, no llegan a ninguna parte. Ni al poder, ni al gobierno valenciano, ni a la foto de unidad que tanto ansía la derecha española.
El matrimonio forzado
Feijóo, que sigue soñando con una derecha “moderna, moderada y europeísta”, se encuentra de nuevo con su socio incómodo, el Vox de Abascal, que viene con su programa de máximos bajo el brazo: menos autonomías, más banderas y cero matices.
El problema es que en Valencia se necesitan mutuamente, y ambos lo saben. Así que toca fingir sonrisas, intercambiar flores institucionales y repetir la frase que toda pareja disfuncional pronuncia tarde o temprano: “por el bien de los niños”. En este caso, los “niños” son los votantes compartidos que no entienden por qué sus padres políticos no se ponen de acuerdo.
De la DANA a la dana política
Tras la tormenta real de 2024 —aquella DANA que se llevó por delante vidas, infraestructuras y, finalmente, el mandato de Mazón—, llega ahora la tormenta política. Los despachos del Palau de la Generalitat están empapados de desconfianza: Vox exige más firmezas y presupuestos acordes a sus intereses ideológicos. El PP quiere menos ruido, y ambos intentan evitar que el otro los acuse de “traicionar” al electorado.
El resultado es un vodevil institucional: “tú me das ideología y yo te dejo elegir presidente” o “yo retiro mi veto si tú callas a los tuyos”, y así, entre cejas fruncidas y cafés fríos, se va construyendo el supuesto futuro de la derecha valenciana.
Feijóo, el paciente; Abascal, el impaciente
En Madrid, Feijóo observa la escena con la esperanza de que el pacto valenciano sirva como ensayo general de algo más grande: un acercamiento nacional que no le deje como el eterno candidato a presidente sin gobierno.
Abascal, en cambio, no tiene prisa por parecer razonable. Su estrategia es la del novio celoso: recordarle a Feijóo que sin él no hay boda, ni investidura, ni foto de familia. Y si el PP se muestra demasiado distante, Vox amenaza con romper y dejar el pastel en manos de la izquierda.
Epílogo de culebrón
De momento, los consejeros de amor político recomiendan paciencia. Hay “química institucional”, dicen, pero falta confianza. Vox quiere una firma ante notario; el PP prefiere una relación “abierta”, por si se presentan tiempos mejores o socios más manejables.
Mientras tanto, los valencianos asisten al espectáculo con cierta resignación. Saben que la política autonómica se ha convertido en un plató donde Feijóo y Abascal ensayan su gran romance de conveniencia.
Y aunque nadie se atreve a pronosticar si acabarán juntos o separados, hay algo que ya se ha confirmado: en la derecha española, el amor siempre llega… cuando el poder está en juego.