Del Nacionalcatolicismo de Vox al pretendido Laicismo del PP, pasando por Jumilla
Si quieren un ejemplo de lo que es política populista, absurdamente populista, nos viene estos días un caso que está removiendo como serpiente de verano la canícula estival ya un tanto ajetreada en lo que a cuestiones políticas se refiere. Como si no tuviéramos bastante con los casos constantes de titulitis que venimos descubriendo, hemos entrado ahora en el maravilloso mundo de la distinción entre lo laico y lo aconfesional a resultas de un bocinazo de Vox reivindicando, justamente, su nuevo nacionalcatolicismo.
El estrambótico episodio de la moción de Vox enmendada por el PP en el Ayuntamiento de Jumilla, Murcia, parece más un chiste malo de beodos en esa tierra de vinos que un acontecimiento digno de llenar siquiera una mínima parte del espacio que ha ocupado en los medios. A cuenta todo ello de un concepto de cultura, identidad y religión tan viejuno como las bolas de naftalina de los bolsillos de los abrigos de nuestras abuelas. Y esto porque la verdad de todo lo que hayan leído u oído sobre el particular es que Vox presentó en el Ayuntamiento de Jumilla una moción en defensa de lo que ellos denominan “la identidad y usos y costumbres de la nación española”, y que vinculan a una pretendida “soberanía espiritual”, si es que tal existe, que impone que todo el que tenga un DNI español es porque también es necesariamente cristiano. Pero de los católicos, apostólicos y romanos, sobre todo ahora que el Papa Francisco ya no campa a sus anchas con sus cosas progresistas por el Vaticano. Y no solo es que lo sea, sino que debe serlo por los siglos de los siglos, amén.
La moción de Vox es la que los concejales de este partido vienen desde hace un par de meses presentando en los plenos municipales donde tienen representación, sobre todo si en la localidad existe una comunidad musulmana. Porque aparentemente, hasta el momento, claro, no hay problema con los judíos o los budistas, ni con derivaciones cristianas como evangelistas, metodistas, Testigos de Jehová o seguidores de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Aunque no hagan apuestas, que cuando de integrismos religiosos o ideológicos se trata, todo es posible…
Desde Vox han venido proponiendo con la letra de su moción algo tan inconstitucional como que se prohíban los actos públicos de exaltación religiosa como la llamada “Fiesta del Cordero”, alegando que implica un “sacrificio masivo de animales” (corderos), algo que para Vox no concurre, curiosamente y sin embargo, en la tan nacional fiesta taurina, en el tan patrio ejercicio deportivo de la caza y la pesca o, simplemente, en la necesaria matanza de animales para su consumo humano, algo que por ley en España, como en toda la UE, solo puede llevarse a cabo en instalaciones adecuadas y conforme a la normativa higiénico-sanitaria en vigor. Y por eso, por mucho que se empeñe Vox en falsear, no hay casos de degüellos masivos de corderos en espacios públicos o privados no autorizados previamente en vía administrativa. Y si los hay, son ilegales y en mucho menos número que, por ejemplo, los casos conocidos de financiación irregular de Vox.
Pero erre que erre, Vox ha insistido en una realidad inexistente para que su moción aparezca como defensora de la nación católica que pretenden que es España frente a prácticas religiosas y culturales foráneas y extrañas, como si por ser español tuviera uno necesariamente que ser, sentirse y actuar como un católico de manual (o de catecismo, mejor dicho), pese a la aconfesionalidad declarada de España en el artículo 16.3 CE cuando refiere que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”, acentuando la cooperación del Estado con todas las religiones y apuntando con ello a la libertad religiosa señalada como derecho fundamental en el artículo 16.1 del texto constitucional.
Pero si lo de Vox era pura telaraña nostálgica de otros tiempos, de esa Raza de obligada visión en los cines españoles de los años cuarenta, lo del Partido Popular en Jumilla, y con sus explicaciones posteriores, está siendo toda una patochada de récord, al enmendar la moción para convertir un manifiesto nacionalcatólico en una expresión de laicismo absoluto (no habrá espacios deportivos municipales para acoger actividades “culturales, sociales o religiosas ajenas al Ayuntamiento”) pero con truco. Absoluto por haber jugado al o todos o ninguno para que sea ninguno; con truco porque el consistorio jumillano ya viene abonando anualmente de su presupuesto más de cien mil euros a instituciones de carácter religioso local, lo cual, dígase, está muy bien porque así se fomenta una Semana Santa que está catalogada como de Interés Turístico Internacional. Pero precisamente por eso no se ve un motivo razonable para no prestar un espacio municipal solo un par de días al año a un grupo humano que representa hoy el 7,5% de los ciudadanos censados en Jumilla para que desarrolle en los mismos sus cultos propios cuando los cristianos disponen ya de sus templos y de las propias calles, por ejemplo, para sus actos sacros. ¿O va a ser tan purista en su arranque de laicismo el Ayuntamiento de Jumilla que no va a ceder la próxima primavera el viario público local para las procesiones y traslados entre el Viernes de Dolores y el Domingo de Resurrección?
El PP en Jumilla, y en general en toda España, debiera pensarse dos veces si de verdad respeta la aconfesionalidad de España, carente de una religión oficial, frente a lo que propugna Vox, o si apuesta por su laicidad y neutralidad ante el hecho religioso. Pero en este caso de verdad, sin jugar con cartas marcadas vulnerando los derechos fundamentales de sus ciudadanos, aun cuando sean minoría, por no tratarlos de manera ecuánime como creyentes en una fe. La que sea.
Que los propios obispos católicos españoles se hayan manifestado contra la postura de Vox, pero también de la del PP expresada con ocasión de lo de Jumilla, da idea del error. De los que se corrigen recordando, precisamente, a Juan Pablo II afirmando en 1988 que la libertad religiosa es “un factor insustituible del bien de las personas y de toda la sociedad, así como de la realización personal de cada uno. De ello se deriva que la libertad de los individuos y de las comunidades, de profesar y practicar la propia religión, es un elemento esencial de la pacífica convivencia de los hombres”.
Que han querido ser más papistas que el Papa y se han pasado tres versículos…