El cambio de la hora del Canvi

Los reyes magos del Psoe visitan a Puigdemont y le prometen, otra vez, lo mismo de siempre....

Es posible que en unos días contemplemos el inicio del fin: esa esperada por unos, y temida por otros, ruptura de la derecha catalana y la izquierda española, representada por Junts y por el PSOE, respectivamente, que lleve a los españoles de nuevo a las urnas. Lo dijo Míriam Nogueras esta pasada semana en el Congreso: menos cambios de hora y más hora del cambio. Veremos, en todo caso, porque amenazas ya ha habido que se quedaron en penúltimo toque de atención.

En la esquizofrenia que se ha convertido la política actual ha sido curioso ver al PSOE reaccionar ante la advertencia de los de Carles Puigdemont en su exilio dorado con su enésimo hasta aquí hemos llegado. En la última sesión de control parlamentario al Gobierno de Pedro Sánchez la portavoz del ausente vino a repasar las últimas afrentas refiriendo el rescate de “estrellitas de la flotilla”, la financiación ilegal que ya asoma la patita, las fiestas y la prostitución, así como los pagos a medios de comunicación afines al Gobierno para que sigan cantándole las glorias, algo cada vez más propio de literatura de ficción que de periodismo real. Lo dijo en catalán, eso sí, que hay que amortizar pinganillos, pero quienes tomaron buena nota, en español y muy español, por supuesto, fueron PP y Vox, que ven, sobre todo los primeros con verdadera ansia, los segundos algo más prudentes, el principio del fin deseado: la caída del sanchismo.

También tomaron los socialistas rápidamente nota de las palabras de Nogueras, aunque estos, parece, lo hicieron en alemán. Y es que a la vista de que los reproches de la derecha catalana no venían esta vez territorializados, sino perfectamente enmarcados en el discurso de la derecha y la ultraderecha españolas, desde el PSOE creen haber detectado inmediatamente por dónde hincarle el diente a este hueso: defensem la llengua!

El resultado de tanto apunte ha sido doble: por un lado, ya hay quien hace cábalas sobre la posibilidad de una moción de censura instrumental a manos de los más de 176 votos que suma la derecha parlamentaria del Congreso, aun sin el PNV, siempre en su eterno juego de recoger las nueces de los árboles que otros mueven; por otro lado, el sorprendente titular de que la derecha alemana, hoy en el Gobierno de su país, acepta abrir una línea de diálogo con el Gobierno español para el reconocimiento del catalán como lengua oficial en Europa, un, como digo, sorprendente anuncio porque aún resuena el portazo de Alemania, posiblemente el país más reticente a ampliar el catálogo de lenguas oficiales en las instituciones europeas, junto a otros países miembros, de hace escasamente tres meses, cuando el tema ni siquiera fue incluido entre los temas a tratar por los delegados de Asuntos Exteriores en julio en Bruselas, que despacharon la propuesta de nuestro ministro Albares con un “no es el momento oportuno”.

Que ese acuerdo haya aparecido sobre la mesa en forma de comunicado conjunto de los Gobiernos español y alemán, solo dos días después de las palabras desde el escaño de Nogueras es un episodio más de la estrategia del palo y la zanahoria de los socialistas con Junts, la que llevan practicando desde la investidura de Sánchez: que el burro ande persiguiendo la promesa que nunca acaba de alcanzar.

Esta vez no fue el catalán en Europa la piedra de toque, porque hay temas más escabrosos, fundamentalmente el fornicio y la pasta, que tocan más y mejor la fibra sensible. Y de ahí la diatriba de Nogueras indignada, cual Ayuso a la catalana, como ha recordado Gabriel Rufián, otro que tanto se ha desprendido a veces de la estelada para reclamar más izquierda y que ahora se llama a escándalo cuando algunos hacen lo mismo jugando a más derecha en España desde la dreta de Waterloo.

No parece que ese comunicado hispano-germano vaya a tener mucho recorrido: dos días para ser negociado y día y medio más para ser matizado por el propio Gobierno alemán, al que debieron lloverle las llamadas desde España hasta el punto de que el matiz es prácticamente un desmentido: la negociación bilateral será para decir que no. Así es que la pelota vuelve a estar en el lado de Junts, a quien le toca decidir si se limita a desenfundar, como lleva haciendo meses, o si dispara de una vez esa bala de plata que muchos esperan. Porque el tiempo de la disuasión parece haberse acabado cuando las amenazas se reciben con risitas y el chicle se ha estirado tanto que o actúas o Aliança, el remedo de Vox en Cataluña, se te come la tostada.

Si las lenguas fueran dioses, un servidor apostaba por un laicismo absoluto y dejarnos de mandangas que nos obligan a discutir constantemente sobre el reconocimiento y hasta el fomento de todas las creencias y sentimientos religiosos, o sobre las lenguas que podemos, o incluso debemos, hablar. El problema es que se puede vivir perfectamente en sociedad sin dioses, dejando para el ámbito privado todo lo relacionado con el alma y la trascendencia, pero no podemos convivir sin comunicarnos de una manera lógica y coherente. Y para eso necesitamos las lenguas. Pero no muchas, sino realmente una sola: aquella en la que nos pongamos de acuerdo precisamente para exteriorizar y compartir lo que pensamos.

Yo, si me dan a elegir, optaba por la eficacia: todo y todos en inglés, aunque sea con pinganillos. Tengo la absoluta convicción, en cualquier caso, de que las reuniones entre un lehendakari y un molt honorable president van a seguir discurriendo, por muchos años, además, en la lengua de Cervantes.