SANT ESTEVE DE PALAUTORDERA

La Memoria Eterna de "Els Quatre Hereus"

Recuerdo als Quatre hereus en la web del Balonmano Sant Esteve de Palautordera

La madrugada del 13 de febrero de 1999 se grabó a fuego en la historia del Club Handbol Sant Esteve y de toda la comarca del Baix Montseny como el día más triste. Cuatro vidas jóvenes, prometedoras y profundamente arraigadas en el deporte y la comunidad, se truncaron en un trágico accidente de tráfico que conmocionó a Cataluña y dejó una herida imborrable. Oriol Fàbregas Vilà (26 años), Joaquim Pascual Sabé (23), Francesc Puig Montserrat (24) y Marc Tobías Martínez (22), los pilares del equipo, se convirtieron de la noche a la mañana en “Els Quatre Hereus”, símbolo de duelo, pero también de recuerdo y espíritu deportivo.

La tragedia se producía sobre las tres y media de la madrugada del sábado cuando los cuatro jóvenes, de 26, 23, 24 y 22 años de edad, respectivamente, que viajaban en un turismo Fiat Punto, matrícula B-1669-TP, acababan de tomar la autopista A-7 en la entrada de Sant Celoni, para dirigirse a la discoteca Eibisí, de Montornès, para acabar de pasar la noche del viernes. Apenas transcurridos tres kilómetros, en el punto kilométrico 115, en el término municipal de Vallgorguina, un camión trailer Man, matrícula B-5387-LN que transportaba mandarinas y se dirigía a La Jonquera, por causas aún desconocidas, a pesar que se baraja la posibilidad de que sufriese el reventón de una de sus ruedas, cruzó la mediana de la autopista e invadió los tres carrilles en sentido a Barcelona. El conductor del turismo apenas tuvo tiempo de reaccionar y el vehículo chocó brutalmente, de frente, contra el camión, quedando completamente destrozado. Los jóvenes perdieron la vida al instante. El conductor del camión, otro joven de 29 años, Antonio Navalón Villalba, resultó herido grave, teniendo que ser trasladado por una ambulancia de la Cruz Roja de Sant Celoni al hospital de la población.

La respuesta de la comunidad fue un testimonio de la huella que dejaron. El sepelio se convirtió en una manifestación de dolor y afecto sin precedentes; más de cuatro mil personas se congregaron en el mismo pabellón donde los cuatro jóvenes habían celebrado tantas victorias, un emotivo y multitudinario adiós que trascendió lo deportivo y unió a la gente en un abrazo colectivo. Clubes rivales y federaciones mostraron su apoyo, paralizando la competición por respeto y solidaridad.

Fàbregas, Pascual, Puig y Tobías, militaban en las filas del equipo senior del Handbol Sant Esteve, que el domingo debía enfrentarse al Malgrat, dentro de la competición de la categoría de Primera División Catalana. El desplazamiento a la localidad del Maresme y la celebración del encuentro quedaron suspendidas, al igual que los restantes partidos de categorías inferiores. El club Handbol Palautordera, de Santa Maria, que juega en la misma competición, también aplazó su encuentro en casa contra el Súria, en señal de luto.

Marcats en cercle, els Quatre hereus

El funeral, que duró aproximadamente una hora, fue concelebrado por Mossèn Joaquim Floriach, rector de Santa Maria y Sant Esteve y los párrocos de Llinars, Campins y Montseny. Uno de los momentos más emotivos de la ceremonia fue cuando el padre de Marc Tobías dirigió desde el pie del altar unas palabras a los asistentes “queda claro que estos jóvenes han tenido una vida llena de vitalidad, lo que hoy ha quedado demostrado, al haber conseguido llenar este pabellón”. Un ensordecedor aplauso de los asistentes rompió el silencio. Los aplausos se repitieron cuando los féretros fueron sacados del templo a hombros por los compañeros de los fallecidos.

Entre las autoridades políticas asistentes en el sepelio se encontraban los alcaldes de Sant Esteve, Alfons Bosch, de Santa Maria, Joan Soler, de Sant Celoni, Joan Castaño y de Montseny, Alfons Planas, así como el diputado y alcalde de Canovelles, Francesc Martos. Asimismo quisieron estar presentes los presidentes de la Federación Catalana y de la Territorial de Balonmano y los presidentes de los clubs B.M. Granollers, Sant Celoni, Palautordera y Cardedeu.

A partir de ese momento, el Club Handbol Sant Esteve asumió el compromiso solemne de mantener viva su memoria. Se tomaron decisiones que transformaron el luto en un legado eterno. Los dorsales de los cuatro jugadores fueron retirados de manera permanente. Los números 3 (Marc), 4 (Joaquim), 11 (Francesc) y 15 (Oriol) simbolizan desde entonces la presencia inmutable de los cuatro en la historia del club. El pabellón municipal fue rebautizado como “Els Quatre Hereus”, un nombre que honra la memoria de los deportistas y que recuerda a cada visitante y jugador que entra en la pista el espíritu de camaradería y sacrificio que ellos representaban.

El impacto del suceso no se limitó al dolor inmediato. La tragedia puso a prueba la resiliencia del club. A pesar del golpe deportivo y emocional que supuso perder a cuatro piezas clave de la plantilla, la entidad se sobrepuso con una unión admirable. El espíritu de “Els Quatre Hereus” se convirtió en una inspiración para los jugadores que continuaron, infundiendo un nuevo propósito en el juego: honrar a sus compañeros con esfuerzo y dedicación.

Escultura en memòria dels 4 hereus

En los años siguientes, el club canalizó el recuerdo hacia la formación y el mantenimiento de los valores que encarnaban Oriol, Joaquim, Francesc y Marc. Cada aniversario, especialmente cada 13 de febrero, el Club Handbol Sant Esteve y sus aficionados les rinden homenaje con actos solemnes, reafirmando el lema de que no han sido olvidados. Su historia es un poderoso recordatorio de la fragilidad de la vida y de cómo el deporte, más allá de la competición, genera lazos humanos profundos e indestructibles.

La tragedia de 1999 se convirtió en el cimiento sobre el que se reconstruyó la identidad del CH Sant Esteve. “Els Quatre Hereus” no solo son un recuerdo, sino un motor para las nuevas generaciones, un espíritu que les inspira a jugar con pasión, compromiso y el eterno respeto por el deporte y sus compañeros. Su legado, como los números en la pared del pabellón, es inalterable y es un ejemplo de cómo una comunidad puede transformar la pérdida en un símbolo de unidad y perennidad.