Las Hachas del Bosque: Por qué el Islam Político es el Problema
En un bosque milenario, los árboles eran talados sin tregua. Hacha tras hacha caía sobre sus troncos centenarios, y sin embargo, los árboles seguían votando por las hachas. ¿Por qué? Porque las hachas tenían mangos de madera, y les susurraban: "somos uno de vosotros".
Esta parábola resume la tragedia que vivo como iraní. Así ha existido Irán desde 1979. Así vive gran parte del mundo bajo regímenes islamistas.
El islam político se nos presentó como parte de nuestra identidad, como si su madera fuera la misma que la nuestra. Nos dijeron que era nuestra raíz, nuestra esencia, nuestro escudo contra el imperialismo occidental. Pero en realidad, era el mango del hacha. Y el filo -afilado, ideológico, totalitario- venía directo a cortar la vida, la razón y la libertad.
Como iraní, he presenciado cómo una civilización milenaria, rica en cultura, arte y filosofía, fue secuestrada por una religión convertida en sistema de poder absoluto. No se trata de corrupción ni de mala interpretación. El problema es estructural. El islam político no necesita desviarse para oprimir. Lo hace siguiendo su diseño original: la ley divina está por encima de la razón humana, la crítica es herejía, y el individuo existe solo para servir al dogma colectivo.
A muchos les resulta incómodo aceptar esta realidad. Prefieren pensar que el islam ha sido "secuestrado" por extremistas. Culpan a los mulás, a los wahabíes, a los dictadores... pero nunca examinan la raíz del problema. Mientras el mango siga pareciendo parte del bosque, seguirá talándolo con facilidad.
La izquierda occidental, imbuida de relativismo cultural, alimenta esta ceguera. Defienden cualquier símbolo "antioccidental", incluso cuando ese símbolo lapida mujeres, ejecuta homosexuales y esclaviza pueblos enteros. Lo encuentran romántico, revolucionario. Se inclinan ante el verdugo porque el verdugo también odia a Occidente.
Pero yo no me inclino.
Mientras el mundo occidental se flagela con culpas poscoloniales y abraza a cualquier régimen que grite consignas antiimperialistas, solo una nación ha tenido el coraje de enfrentar la verdad: Israel. Contra todas las corrientes políticas, contra el coro ensordecedor de la opinión pública internacional, contra las turbas de manifestantes occidentales que nunca han vivido un día bajo teocracia, Israel ha salido en defensa de los árboles del bosque.
Israel no bombardea al pueblo iraní. Bombardea las fábricas de armas de los mulás. Bombardea a los carceleros, no a los presos. Bombardea al régimen teocrático, no a la cultura persa. Mientras Europa se postra ante los petrodólares y Estados Unidos negocia con terroristas, Israel comprende que no hay paz posible con quien convierte la muerte en sacramento.
Los iraníes en las calles de Teherán lo entienden. Cuando gritan "muerte al dictador", saben quién realmente los defiende. No son las feministas occidentales que se ponen hijab en solidaridad. No son los progresistas que equiparan la resistencia iraní con Hamas. Es la nación que se atreve a llamar al régimen de los mulás por su nombre: una amenaza existencial para la humanidad libre.
Por eso apoyo a Israel. Porque en un mundo de cobardes morales, alguien debe tener el valor de defender a los árboles contra las hachas.
El islam político -no como fe personal, sino como sistema de gobierno- representa una amenaza existencial para el mundo libre. Lo ha sido durante siglos. Mientras no nombremos esta realidad, seguiremos presenciando la caída de nuestros bosques.
Hoy el bosque persa aún sangra bajo el peso de las hachas teocráticas. Pero algo está cambiando. Algunos árboles han comenzado a ver que el mango de madera no convierte al hacha en su hermana. Han comprendido que solo abandonando esta mentira fundamental podremos sobrevivir.
La resistencia no viene de quienes se solidarizan desde la comodidad occidental con "la causa palestina" o "el mundo islámico". Viene de quienes vivimos bajo el filo del hacha y hemos aprendido a distinguir entre el mango y la hoja.
El despertar ha comenzado. Y cuando los árboles dejen de votar por las hachas, el bosque podrá crecer de nuevo.