Gracias al PP por su “magnífica” jugada en Extremadura

PP y VOX están oblidos a negociar

Permítanme comenzar dando las gracias al Partido Popular por su “magnífica” jugada en Extremadura. Sí, en tono retórico, porque lo ocurrido en las elecciones autonómicas de ayer merece una reflexión profunda que va mucho más allá de los titulares triunfalistas que algunos han querido imponer.

Los datos son los que son: el Partido Popular perdió alrededor de 10.000 votos respecto a los anteriores comicios. El Partido Socialista, por su parte, sufrió un desplome aún mayor, con 107.000 votos menos. Y mientras tanto, los populismos, tanto de derechas como de izquierdas, crecen como la espuma. VOX y Podemos avanzan en un terreno abonado por la frustración, el desencanto y la falta de alternativas sólidas. Nada de esto es una buena noticia para los extremeños.

Los populismos, por definición, carecen de proyectos a largo plazo. Y cuando los tienen, suelen moverse entre la restricción de derechos y la ciencia ficción política. Sin embargo, ahí están, creciendo gracias a un escenario que el propio bipartidismo ha contribuido a crear.

En redes sociales, muchos simpatizantes del PP celebraban que María Guardiola había “arrasado”, que había “machacado al PSOE”. Pero esa lectura es profundamente equivocada. Las urnas no estaban para que ganara un partido, sino para que ganara Extremadura y sus ciudadanos. Convertir un proceso democrático en un combate tribal solo alimenta la polarización y empobrece el debate público.

Ahora asistiremos al ya conocido espectáculo: negociaciones tensas entre PP y VOX, ataques cruzados entre PP y PSOE, declaraciones altisonantes, paseos a caballo, tambores de guerra y toda la parafernalia que acompaña a la política convertida en teatro. ¿Y quién gana con todo esto? Desde luego, los extremeños no.

Estos resultados, como algunos ya advertíamos, son responsabilidad compartida del PP y del PSOE. El bipartidismo ha demostrado, una vez más, que su prioridad no es mejorar la vida de los ciudadanos, sino proteger los intereses de quienes llevan décadas viviendo de la política y sin experiencia fuera de los despachos institucionales.

Lo ocurrido ayer confirma que el bipartidismo necesita dar un paso atrás. No para dejar un vacío, sino para permitir un reseteo democrático, una renovación real basada en ideas, proyectos y calidad institucional. No en trincheras, flechas ni guerras culturales que solo dividen y empobrecen.

Hoy, más que nunca, resulta evidente que, en las próximas elecciones, sean autonómicas, municipales o generales, los españoles merecen algo distinto. Merecen una alternativa real al populismo que promete soluciones mágicas y al bipartidismo que lleva décadas repitiendo los mismos errores. Una alternativa que ponga en el centro las ideas, las reformas y la voluntad de construir algo nuevo, no la política casposa, agotada y ruidosa que hoy domina el debate público.

España necesita proyectos que miren hacia adelante, que hablen de modernización, de oportunidades, de gestión eficaz y de futuro. No de trincheras, ni de guerras culturales, ni de bloques enfrentados que solo buscan sobrevivir electoralmente. Es hora de que la ciudadanía pueda elegir entre propuestas que sumen, que innoven y que devuelvan la dignidad a la política como herramienta de transformación y no como un espectáculo permanente.

Extremadura lo ha demostrado: cuando el bipartidismo se aferra a sus inercias y los populismos crecen sobre el desencanto, quienes pierden son siempre los ciudadanos. Por eso, en los próximos comicios, España necesita abrir la puerta a una nueva etapa donde la política vuelva a ser sinónimo de proyecto, responsabilidad y futuro compartido.