El cortijo de Almeida

Almeida

Madrid vive una etapa de hegemonía política sin precedentes. Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida gobiernan con mayoría absoluta en la Comunidad y el Ayuntamiento, respectivamente. Las encuestas no solo consolidan su liderazgo, sino que lo amplifican. Pero ¿a qué precio?

La mayoría absoluta del PP ha generado un ecosistema político donde la autocrítica brilla por su ausencia. El Ayuntamiento de Madrid, lejos de asumir errores o abrirse al diálogo, actúa como un cortijo cerrado, impermeable a las demandas ciudadanas. La soberbia institucional se traduce en decisiones unilaterales, desprecio por la oposición y una preocupante sensación de impunidad.

Cinco asignaturas pendientes que el Ayuntamiento no quiere ver

  1. Tasa de basura: Impuesta sin consenso, con escasa pedagogía y fuerte rechazo vecinal. No se ha explicado su impacto redistributivo ni se han contemplado exenciones sociales justas.
  2. Obras eternas y mal planificadas: Calles levantadas durante meses, falta de coordinación entre distritos y una sensación generalizada de caos urbano.
  3. Transporte público en hora punta: Aglomeraciones, frecuencias insuficientes y falta de inversión en alternativas sostenibles. El modelo sigue siendo cochecentrista.
  4. Tráfico desbordado: Madrid vuelve a ser una ciudad colapsada. La falta de medidas estructurales para reducir la dependencia del vehículo privado es alarmante.
  5. Vivienda inaccesible: Ni una sola política ambiciosa para frenar la especulación, aumentar el parque público o proteger el alquiler asequible.

Limpieza urbana y abandono de los nuevos barrios

La limpieza de las calles se ha convertido en una preocupación creciente para los vecinos. No solo por la falta de mantenimiento en zonas consolidadas, sino por el abandono evidente en los nuevos desarrollos urbanos. Barrios como Valdebebas o El Cañaveral siguen esperando una dotación adecuada de servicios públicos, limpieza regular y presencia institucional. Madrid crece, pero no se cuida. La suciedad acumulada, la escasez de papeleras, la falta de brigadas de limpieza y la sensación de dejadez son síntomas de una gestión que prioriza el escaparate sobre el bienestar cotidiano.

La experiencia demuestra que el PP gobierna mejor cuando no lo hace solo. Cuando Ciudadanos fue socio de gobierno, se introdujeron reformas, se exigió transparencia y se moderaron los excesos. Hoy, sin ese freno interno, el cortijo se ha cerrado sobre sí mismo. La crítica frontal no basta. Hace falta una alternativa sensata, reformista y con vocación de gobierno.

Frente a la polarización y el inmovilismo, urge que una alternativa reformista ocupe espacio institucional. No para gritar más fuerte, sino para proponer mejor. No para destruir, sino para reconstruir. No para dividir, sino para representar a esa mayoría silenciosa que quiere un Madrid más justo, más habitable y más humilde.

El cortijo de Almedida no se combate con trincheras, sino con propuestas. No se trata de tumbar al adversario, sino de impedir que el PP siga gobernando como dueño del cortijo. Madrid necesita menos soberbia y más reforma. Menos ruido y más soluciones. Menos absolutismo y más democracia.