Entrevista a Tom Burns Marañón
Tom Burns Marañón, nieto de Gregorio Marañón, nació en Londres, en 1948. Licenciado en Historia Moderna por Oxford, ha ejercido de periodista desde 1970. Acaba de publicar el libro “El legado de Juan Carlos I. De héroe de la transición a rey en el exilio”, en la editorial Almuzara. El libro será presentado el próximo jueves 4 en la Bilioteca del Ateneo de Madrid, Calle Prado, 21. Con una moderadora de excepción: Esperanza Aguirre, y las intervenciones estelares de José Manuel Otero Novas y Rodolfo Martín Villa. Tom Burns Marañón ha concedido a Catnoticias.es una entrevista, elaborada por César Alcalá, para hablar de la figura del rey y de su papel durante la tan denostada transición.
De los principales actores de la transición, ¿hubo algún testimonio en particular que te resultara revelador o que cambiara significativamente tu percepción inicial sobre don Juan Carlos I?
Hubo varios, pero son todos como bastante parecidos. Me refiero a los reformistas del régimen, la gente que acompaña a los usuarios que vienen desde el movimiento. Por ejemplo, Gabriel Cisneros, que ha fallecido, Rodolfo Martín Villa, que sigue con nosotros. Con ellos descubrí que había una nueva generación, dentro del movimiento nacional, que veían muy claro que después de la muerte de Franco las cosas iban a ser muy distintas.
Ellos no eran demócratas, pero que sí estaban por la reconciliación y dispuestos a liderar y hacer todo lo posible para que a la muerte de Franco España pasase a ser un régimen abierto, democrático, liberal. Esto me interesa muchísimo. Estos aperturistas van conociendo a don Juan Carlos cuando era príncipe de España, cuando ya había sido nombrado sucesor de Franco en el año 69, y él apuesta por ellos para esa primera parte de la transición. Hay un hecho importantísimo que es la ley de reforma política.
Esta ley es la última del franquismo. La redacta Torcuato Fernández Miranda. Este era ya un hombre mayor, había sido Ministro Secretario General del Movimiento, era Presidente de las Cortes y, por lo tanto, también Presidente del Consejo del Reino. Es decir, había llegado a lo más alto del franquismo en términos políticos. Catedrático de Derecho Constitucional y Derecho Político, e instructor de don Juan Carlos.
Y él es el que redacta esta ley de reforma política, que lo que esencialmente hace es legalizar los partidos políticos y los sindicatos y dejar la puerta abierta para unas elecciones libres, democráticas, abiertas. Esta ley se la entrega a Suárez. Este la recoge con alegría, porque es exactamente lo que necesita. Suárez es nombrado por don Juan Carlos Presidente del Gobierno en julio del 76, es decir, a los seis meses de la muerte de Franco, y con la misión de avanzar rápidamente hacia la transición política y el pluralismo político. Suárez coge el borrador y lo convierte en la ley de reforma política que lleva a las Cortes de Franco, a los procuradores de Franco, nombrados por Franco.
Hay una serie de agentes muy importantes, que han fallecido: Uno es Miguel Primo Rivera, sobrino de José Antonio Primo Rivera, y otro Fernando Suárez, que fue ministro de Trabajo con Franco y era lo que llamaban aperturista. Los dos eran consejeros del Reino y personas muy válidas para las Cortes Orgánicas del régimen. Ambos hicieron una labor ingente de persuadir a los procuradores franquistas que acepten, que voten por mayoría la ley de reforma política. Y así se hace. Y 15 de diciembre de 1976, un año y un mes después de la muerte de Franco, se celebra el referéndum que aprueba la ley de reforma política.
¿Qué decisión del Rey, a tu juicio, tiene mayor trascendencia a largo plazo, para la monarquía actual y para la democracia española?
El Rey recibe tres legados. Uno es el de Franco, otro el de su padre, y otro es el que yo llamo el legado generacional. Lo que consigue hacer don Juan Carlos es absorber y apoyarse en estos tres legados.
El legado de Franco, lo que le da es el poder total y la libertad para hacer con ese poder total lo que quisiese. Franco, en esto estoy muy seguro de lo que voy a decir, le daba igual lo que iba a ocurrir después de su muerte. Él había cumplido su etapa, era responsable sólo ante Dios y todas esas cosas, y sabía perfectamente que era irrepetible. Lo que no podía hacer su sucesor era repetir su régimen. Por así decirlo, su sucesor tenía que hacer su propio régimen.
Cuando Miguel I Rivera y Nicolás Franco Pascual de Povil, sobrino de Franco y aperturista, dicen que son los jóvenes, la nueva generación del relevo del régimen, que hay que avanzar hacia la democracia, Franco les contesta “eso vosotros, no me lo pidáis a mí que lo pueda hacer”. Este es el legado que toma de su generación.
Luego tenemos el de su padre. Don Juan, en el Manifiesto de la Lausana, afirma que quiere ser el rey de todos los españoles, que quiere la democracia, una constitución, unas elecciones, que los españoles decidan si quieren república o si quieren monarquía, que imperara en España la democracia liberal que había triunfado en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. No quería una dictadura. A partir de ese momento se convierte en el enemigo número uno de Franco. Se instala en el Estoril, y ahí recibe a todo el mundo, y critica muchísimo el nombramiento de su hijo como sucesor de Franco, con la instauración de la monarquía, porque eso es saltarse su derecho sucesorio.
¿Cuál es la base del liberalismo de don Juan Carlos?
Le viene de su padre. Y eso es un factor muy importante. Don Juan Carlos es un hombre que nace en el año 38, que es justo en el ecuador de la guerra civil, nace en Roma, y su generación, que son los hijos de la guerra civil, los nacidos en los años 30, los 40, que van a ser los hombres de la transición, es la generación, se llamaba del príncipe, luego la generación del rey. Es decir, estos lo que quieren es que España sea un país normal, un país con elecciones, con libertades, con transparencia, con independencia judicial, con todo lo que los acompaña, una democracia liberal. Ellos ya habían salido de España, ya había viajado, hablaba idiomas, eran unas gentes que lo que quería era la normalidad.
¿Hasta qué punto fue decisivo el rey en el 23F?
Estuve en el febrero de 81 en la Casa de Juntas en Guernica, cuando hubo un incidente con los de Herri Batasuna. El rey, que iba a dar un discurso y le interrumpen con gritos y una tremenda bronca. Unos días después ya tenía concertada una audiencia con él en La Zarzuela. En aquel entonces era corresponsal de la revista Newsweek. Le pregunté que, a mí, como a más gente, les estaba llegando el ruido de sables, que si esto le preocupaba. Don Juan Carlos me dijo, y aquí hablaba el rey soldado, el comandante jefe, “puede haber unidades aquí y allá que tal vez puedan hacer alguna tontería, pero el ejército español, las fuerzas armadas españolas nunca se van a estar contra su rey”. Entonces hay gente que firma con el seudónimo Almendros en el Alcázar, y le dije, “señor, ¿usted sabe quién es Almendros?”. Almendros era un agente de la Brunete, en el estado mayor. Y el rey me dice “ni lo sé, ni me importa”. Yo creo que las dos cosas no eran exactamente verdad, que sí lo sabía y que además le importaba.
¿La lealtad inicial de Juan Carlos I a Franco fue una estrategia necesaria o una convicción inicial que evolucionó con el tiempo?
Don Juan Carlos tenía un auténtico respeto a Franco, sincero respeto. En manos exclusivas de Franco estaba el nombrar su sucesor a título de rey. Y el sucesor tenía que ser miembro de la dinastía de la familia real española, tener más de 30 años, ser católico y jurar lealtad a los principios y sus leyes fundamentales. El presidente de las Cortes en aquel momento, en 1947, era Esteban Bilbao, un viejo carlista que llevaba mucho tiempo en política. Este dijo “o Franco trae el rey o no habrá monarquía”. Franco, a su manera, era monárquico. Había sido gentilhombre de Alfonso XIII, había sido padrino de su boda, y le había mimado mucho. Lo que dice Esteban Bilbao es una verdad como un puño.
Franco siempre pensó en don Juan Carlos. Es decir, sabemos históricamente que había Carlos Hugo de Borbón Parma, hubo otros como el duque de Cádiz. ¿Estos eran, por decirlo, marionetas de Franco para distraer al personal?
Yo creo que lo has dicho muy bien. Para Franco, don Juan Carlos era el hijo que él nunca tuvo y se interesó muchísimo por su formación militar y estaba encantado con la reina Sofía, que se llevaba muy bien con él y con doña Carmen. Doña Sofía hizo una labor muy importante para ganarse al matrimonio de Franco. A Franco le caía la baba con Juan Carlos.
¿Tú crees que la Transición hubiera sido igual estando vivo Carrero Blanco?
Pues mira, es una buenísima pregunta y no lo sabremos nunca. Carrero Blanco era disciplinado y seguía las órdenes superiores. Y las órdenes superiores era Franco, y luego las del Príncipe. A Carrero Blanco no le hubiera gustado muchas cosas, como la legalización del Partido Comunista, pero hubiera sido disciplinado.
Cuando asesinan a Carrero y nombran a Arias Navarro, viene una gente mucho más conservadora y no necesariamente monárquica, ni mucho menos juancarlista. En ese momento, don Juan Carlos se refugia en la Zarzuela y ya no es consultado para nada por Arias, como lo fue en su momento por Carrero Blanco. Empieza a ver a gente que antes no conocía. Estos son socialdemócratas, son cristianos demócratas, son demócratas liberales, son gente abierta, son la oposición moderada al franquismo, y algunos que no son tan moderados, o digamos que son ya más directamente opuestos al franquismo. Esos encuentros con gente que era, digamos, la otra España, la no oficial, fue muy importante para el rey.
¿Consideras que con el paso del tiempo se olvidarán las partes oscuras y realmente saldrá lo que realmente ha sido para para la historia de España?
No sé si confundo deseos con realidad, pero espero que sí. Lo esencial es que don Juan Carlos es la persona adecuada en el momento adecuado para hacer lo adecuado. La persona adecuada porque tenía el mando gracias a Franco. Tenía el mando total y podía tomar la dirección y la estrategia que quisiera en el momento adecuado, porque se acababa el régimen y tenía que organizarse España políticamente. Dicho de otra manera, lo adecuado era tener la democracia parlamentaria y las libertades que están recogidas en la Constitución.
Te voy a decir una cosa para finalizar. Si Don Juan Carlos muere en Abu Dhabi y vuelve a España, al panteón de los reyes para ser enterrado, eso va a provocar una catástrofe en los españoles tremenda. Eso va a ser muy difícil de soportar. Los titulares en la prensa extranjera dirán el ex rey de España, caído en desgracia, muere en el exilio, en el golfo pérsico. ¿Cómo un país y una monarquía puede aguantar algo semejante? Yo no me lo imagino.