¿Podrá España aguantar a Sánchez y un Gobierno que no gobierna porque deriva sus recursos en frenar sus líos judiciales?

Pedro Sánchez: un presidente decidido a seguir en el poder pese a no gobernar nada

Pedro Sánchez, en el precipio

España vive una paradoja tan visible que ya ni sorprende: tenemos un presidente obsesionado con seguir en el poder, pero no con gobernar. Un líder que acumula titulares, pactos de última hora y discursos grandilocuentes, pero ni una sola solución real a los problemas que más afectan a los ciudadanos.

La foto es nítida: vivienda disparada, inmigración desbordada, inseguridad creciendo, servicios públicos sobrecargados y un clima político cada vez más tóxico por, entre otras cosas, el desfile de exministros y ex altos cargos recientes del PSOE en prisión o de sentencias judiciales en contra (inhabilitación del fiscal general), sin contar con los casos abiertos de la señora del presidente o de su propio hermano.

Y mientras tanto, el Gobierno parece dedicarse a una única prioridad: resistir.

Vivienda: el problema que no saben solucionar

El acceso a la vivienda es hoy uno de los dramas sociales más graves del país. Los alquileres baten récords, comprar es una quimera para una generación entera y la oferta pública es ridícula. ¿Soluciones del Ejecutivo? Promesas, decretos cosméticos y culpabilizar al mercado. Nada más.

El Gobierno anuncia medidas que nunca llegan, señala a los “especuladores” de turno, pero evita afrontar lo esencial: no hay política de vivienda, solo propaganda, pero la juventud española no tiene solución a sus demandas ni de propiedad y, por supuesto, menos aún, de viviendas de alquiler.

Inmigración: discursos para la galería, cero estrategias

La inmigración es otro punto crítico. Llegadas récord, colapso en los servicios básicos, tensiones en barrios enteros y administraciones que improvisan día a día. El Gobierno alterna mensajes buenistas con gestos “duros” según convenga y de cara a la galería, pero lo real es que no existe una política de inmigración moderna, eficaz y compatible con la convivencia.

Ni control, ni integración, ni planificación. Solo ocurrencias y parches que duran lo que dura el titular.

Inseguridad ciudadana: el problema que ya se siente en la calle

Los datos son claros y la sensación social también: la inseguridad crece. Robos más violentos, bandas juveniles, delincuencia reincidente y policías desbordados. Tanto que existen comunidades (aquellas que tienen transferidas las competencias en seguridad), como la catalana, en donde las policías locales hacen más de mossos y lucha contra la delincuencia, que de policías locales. El Gobierno, sin embargo, insiste en negar la realidad o en atribuir el problema a percepciones “distorsionadas”.

Mientras los ciudadanos cambian rutas, evitan zonas o sufren asaltos, el Ejecutivo mantiene una estrategia simple: mirar hacia otro lado y, por encima de todo, no informar de la nacionalidad de los agresores no vaya a ser que…

Un país con todos los frentes abiertos

España es hoy un país donde los problemas se acumulan sin que nadie los cierre:

  • Vivienda sin estrategia.
  • Inmigración sin control ni planificación.
  • Seguridad sin respuesta.
  • Sanidad con las listas de espera más largas de la historia.
  • Energía, centrales nucleares, agua, industria, educación… todo pendiente, todo por hacer y con los peores indicadores de Europa mires por donde mires.

La sensación es que nada está gobernado, todo está pendiente y cada crisis se afronta a trompicones.

La verdadera prioridad: salvar la legislatura a cualquier precio

En este contexto, el presidente se dedica a lo único que parece importarle: mantener la mayoría parlamentaria, aunque sea a base de concesiones permanentes a nacionalistas de cualquier signo.

Da igual si son independentistas catalanes, abertzales, regionalistas o nacionalistas canarios o de Teruel: la supervivencia política manda. Las cesiones territoriales, la agenda identitaria y los pactos contradictorios se convierten en moneda diaria.

La gobernabilidad del país queda en segundo plano; lo primero sigue siendo llegar a mañana y que el titular les brinde una nueva oportunidad de quedar bien ante sus probables electores, a los que consideran un grupo incondicional de “fieles” que no van a dejar pasar a la derecha carpetovetónica y reaccionaria.

En resumen, España tiene un presidente que ocupa el cargo, pero no gobierna el país. El presidente sigue en el sillón, sí. Pero el país sigue solo, sin dirección, sin reformas y sin respuestas a los problemas que más afectan al día a día de millones de ciudadanos. Un presidente que prefiere estar antes que gobernar. Y un país que se pregunta cuánto tiempo puede aguantar así.