Pero ayer, 20 de noviembre de 2025, brindé dos veces. La primera, por la memoria de quienes lucharon para que aquella dictadura terminara. La segunda, por una victoria que nos recuerda que la democracia no se hereda: se defiende. Porque ayer, también, ganó la independencia judicial.
El fiscal general del Estado ha sido condenado por revelación de secretos. Y eso, más allá del nombre, del cargo o del partido, es una señal de que el sistema funciona. Que la justicia puede actuar sin miedo, sin servidumbres, sin obediencias. Que el poder no está por encima de la ley.
Algunos querrán leer lo ocurrido como una victoria partidista. Otros, como un ajuste de cuentas personal. Pero no. Seamos sensatos. Seamos generosos. Lo que ha sucedido es una victoria institucional, una victoria de todos. Porque cuando la justicia actúa con independencia, gana España entera.
Los que se alegran solo porque ha caído “el otro” no celebran lo que de verdad importa. Desean que vivamos en trincheras, en bandos, en batallas de unos contra otros. Pero la democracia no se construye desde el resentimiento, sino desde el respeto a las reglas, incluso cuando nos incomodan.
Por eso, ayer brindé dos veces. Por el fin de una dictadura. Y por el triunfo de una justicia libre. Porque cuando España gana, no lo hace contra nadie. Lo hace para todos.