Anguita irrumpió en la escena política con ideas revolucionarias para aquella época, de los ochenta y noventa, sentando cátedra en cada intervención. Destacaba por su temple y una honestidad que le caracterizó hasta el final. Llegó a afirmar en una asamblea del PCE/IU, ante un silencio sepulcral, que había que votar siempre al honrado, aunque no llevara la hoz y el martillo. “Que midáis a los políticos por lo que hacen, por el ejemplo. Y aunque sean de la extrema derecha, si es un hombre decente y los otros son unos ladrones, votar al de la extrema derecha… pero eso me lo manda mi mandamiento, mi inteligencia de hombre de izquierdas. Votar al honrado y no al ladrón, aunque tenga la hoz y el martillo. Esa es la diferencia de un pueblo inteligente”.
¿Era un “facha” camuflado en un lugar donde se le veneraba? No. Era, sencillamente, un hombre coherente. La corrupción nunca puede ser una opción por el mero hecho de que sea un partido de izquierdas, ni tampoco a la inversa. No es admisible que España esté gobernada, al margen de la ideología, por parásitos que se enriquecen a costa del esfuerzo de quienes tienen asfixiados. Y todo ello, además, aplaudido por sus seguidores incondicionales, a quienes bien podríamos comparar con peces rémora que se alimentan de los restos que deja el tiburón.
Pero lo peor no son ni los tiburones que roban a cara descubierta ni sus rémoras; lo realmente grave es que haya una parte de la sociedad que les devuelva su confianza en las urnas a pesar de ser robada y engañada. Lo hace solo porque es la izquierda —que me asfixia y me roba— o porque es la derecha, la que dice que la izquierda que va a robar aún más… algo que tampoco es mentira.
El bipartidismo ha dedicado treinta años a crear dependencia en el trabajador. Si resolvieran los problemas que prometen solucionar en el futuro, se les acabaría el chollo. No les interesa que seamos económicamente suficientes e inteligentes. Ellos son el problema, no la solución.
Estamos ante la peor generación de políticos de la historia de España. La política se ha convertido en un refugio para bufones, vividores, populistas y ladrones. La España de 2025 es la España de la desesperación, y esta no tendrá solución con políticas de izquierdas o de derechas basadas en la confrontación. Necesitamos concordia; dejar de ver al rival político como un enemigo y hacerlo como un aliado para servir a la gente. O cambiamos, o estamos perdidos por culpa de los mediocres.
¿Dónde han quedado aquellos valores de Julio Anguita? Aquel hombre que, más allá de las diferencias ideológicas, llamaba a las cosas por su nombre sin buscar el aplauso fácil. Hoy es un referente para muchos, tanto de izquierdas como de derechas, porque lo que se valora de un político es cómo y de qué manera puede llevar a cabo medidas en beneficio de la gente. Para eso existe la política, y no para boicotear iniciativas que pueden salvar empleos, vidas o nuestro futuro. ¿Qué pensaría Julio Anguita de la política actual? Saldría corriendo.