La autodestrucción del Partido Solar Obrero (PSO) - antes PSOE
Era difícil imaginar que un partido acostumbrado a sobrevivir a guerras internas, congresos que parecían corridas de toros sin toreros y pactos que desafiaban la química molecular, pudiera algún día encontrar su límite. Pero aquí estamos: el Partido Solar Obrero (PSO) —nombre ficticio, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, por supuesto— parece haber entrado en una fase de autodestrucción creativa digna de estudio universitario o, al menos, de documental con voz en off grave.
La jornada de hoy, que algunos ya llaman “el Día de las Maletas Judiciales”, ha dejado imágenes que ningún asesor de comunicación habría aprobado ni tras una noche de insomnio y varias copas: coches policiales entrando, saliendo y girando en rotondas como si buscaran la salida de una pesadilla institucional mientras "asaltan" despachos de millonarios ejecutivos de manos anchas.
Si algo define a un partido político es la solidez de su núcleo, su columna vertebral, esos dirigentes que no suelen salir en las fotos pero que realmente sostienen la maquinaria. Vamos, los que "tienen la guita". Bueno… sostenían. En las últimas semanas —según la trama de esta sátira— varios exnúmeros dos del PSO han terminado viendo más barrotes que ruedas de prensa. Y aunque el partido insiste en que “no los conozco de nada, solo de cruzarnos por los pasillos” o “todo es un malentendido”, la ciudadanía empieza a sospechar que los malentendidos en política son como las palomitas en el microondas: si suenan demasiado, algo se está quemando.
Luego están los afines y los amigos, esos que van cayendo poco a poco cual fruta madura en temporada de recolección por el equipo de jornaleros de la UCO. Hoy se han apuntado unos pocos a la lista de los jornaleros y parece que esto no ha acabado porque hay mucha fruta que recoger aún. Parece que la madurez del PSO no tiene fin. De hecho, ante la avalancha de cargos, ex cargos, ejecutivos, superejecutivos y gente fina y de buen paladar, nos indican que se ha solicitado un refuerzo importante, a través de Instituciones Penitenciarias, de pavo, polvorones y turrones que acompañen a las gambas y gambones, para las cárceles españolas, especialmente para esos nuevos inquilinos de "morro fino".
Mientras tanto, la dirección nacional, presidida por el amado y nunca suficientemente bien venerado líder, se esfuerza en transmitir serenidad. Si uno escucha sus declaraciones, pareciera que todo esto forma parte de un plan maestro de renovación. “Estamos en un proceso de reflexión profunda”, dice el portavoz. Traducción simultánea: no sabemos ni por dónde nos da el aire. Cada comunicado intenta sonar a Churchill, pero termina sonando a contestador automático de una compañía telefónica en huelga.
¿Renovación o combustión espontánea?
Los analistas políticos no se ponen de acuerdo: ¿Estamos ante la regeneración más salvaje jamás vista? ¿O es simplemente que la estructura interna colapsó como un castillo de arena atropellado por un coche de policía? En cualquier caso, el electorado observa la escena con una mezcla de fascinación y agotamiento, como quien asiste a la décima temporada de una serie que ya no sabe cómo sorprender a sus espectadores.
Con el partido sumido en su particular “Gran Reestructuración Nacional”, algunos militantes confían en que de las ruinas emergerá una organización más fuerte. Otros, más pragmáticos, buscan ya en Internet cursos de reciclaje laboral. Aunque una cosa es segura: si la política es teatro, el PSO está dando la tragedia más irónica de los últimos años, con giros argumentales que ni los guionistas más osados se atreverían a escribir sin pseudónimo.