María Corina Machado, el Nobel de la Paz y la paradoja de la geopolítica

Un amigo me lanzaba hace poco una reflexión que me hizo pensar: “Un premio Nobel de La Paz que alaba las acciones de Netanyahu… No sé yo… Ser opositor a un tirano no te hace necesariamente bueno y para mí este es el mejor ejemplo.”  La frase es contundente y toca un punto sensible: ¿cómo conciliar el reconocimiento internacional a María Corina Machado con sus declaraciones de apoyo al gobierno de Netanyahu en plena guerra de Gaza?

Maria Corina Machado en un acto en Caracas
photo_camera Maria Corina Machado en un acto en Caracas

Es cierto que resulta difícil de digerir que una Nobel de la Paz respalde acciones militares que han generado una crisis humanitaria de enormes dimensiones. Ese gesto, más allá de la intención, proyecta una imagen contradictoria con el espíritu del galardón. En ese sentido, la crítica es legítima y merece ser escuchada.

Sin embargo, reducir a Machado a esa postura internacional sería ignorar el peso de su trayectoria en Venezuela. Durante más de dos décadas ha sido una de las voces más firmes contra el autoritarismo de Hugo Chávez primero y de Nicolás Maduro después. Ha enfrentado persecución, inhabilitaciones y campañas de descrédito, manteniendo un discurso democrático y sosteniendo la esperanza de millones de venezolanos que sueñan con un país libre.
Ese trabajo, esa resistencia, es lo que el Nobel ha querido visibilizar: la lucha por la democracia en un país devastado por la corrupción, la represión y la crisis humanitaria.

El Nobel de la Paz rara vez es un premio “neutral”. En este caso, tiene una lectura geopolítica evidente: poner el foco internacional sobre la dictadura de Maduro y reforzar la presión contra un régimen que se ha sostenido a base de represión y alianzas estratégicas con potencias como Rusia, Irán o China. Reconocer a Machado es, en parte, reconocer a la oposición venezolana como un actor legítimo en la escena global.

Por eso mi respuesta a mi amigo fue clara: “Sí, lo de Machado con Netanyahu es bastante cuestionable, ahí te doy la razón. Pero también creo que su trabajo en Venezuela es brutal y el Nobel tiene mucho de jugada geopolítica para poner el foco en la dictadura de Maduro. Vamos, que no es que sea santa de mi devoción, pero su resistencia allá sí merece reconocimiento.”
Se puede criticar su alineamiento internacional y, al mismo tiempo, valorar su papel en la lucha democrática. No son posiciones excluyentes, sino parte de la complejidad de la política global.

El Nobel de la Paz a María Corina Machado nos recuerda que los premios internacionales no son absolutos ni libres de contradicciones. Son símbolos, herramientas políticas y reconocimientos que, con sus luces y sombras, buscan mover el tablero. Machado no es perfecta, ni mucho menos, pero su resistencia frente a la dictadura venezolana sí merece ser reconocida. Y quizá ahí esté la clave: aprender a mirar con matices, sin caer en la simplificación de héroes o villanos.