OPINIÓN

Conservadores Liberales o el dime de qué presumes y te diré de qué careces

Estos días hemos sabido de la noticia avanzada por Iván Espinosa de los Monteros, quien fuera diputado y portavoz de Vox en el Congreso entre mayo de 2019 y agosto de 2023, sobre la creación de su think tank bautizado como Atenea: un “centro de pensamiento y de creación de propuestas para mejorar España”, según lo define el propio Espinosa de los Monteros. Un proyecto siempre bienvenido, por supuesto, como todo el que sirva como fuente de reflexión para el debate. Y para el propio debate para mejorar la sociedad.

Iván Espinosa de los Monteros
photo_camera Iván Espinosa de los Monteros

Pero déjenme que le busque algún “pero” a la iniciativa, que servidor no acaba de entender, fundamentalmente por aquello de pretender, como ha manifestado Espinosa de los Monteros, un enfoque “liberal conservador”, porque stricto sensu, o lo que es lo mismo, si hablamos con propiedad, lo de compatibilizar ser liberal con ser al tiempo conservador no acaba de cuadrarme, ni doctrinalmente ni en la práctica.

Verán ustedes… Cuando hablamos de que uno se siente, tiente talante, o profesa una ideología liberal, lo que está queriendo significar es que para nosotros la persona, individualmente considerada, es la medida de la sociedad en la que vive. De hecho, liberales de cabecera como John Stuart Mill, Thomas Paine o Alexis de Tocqueville reflexionaban ya hace doscientos años sobre la primacía de la libertad individual ante la costumbre o la tradición al hablar de que la única justificación de una comunidad para actuar contra cualquiera de sus miembros contrariamente a su voluntad debiera ser el evitar el daño a otros (Mill), al reivindicar el derecho de cada generación a actuar por sí misma (Paine), o al señalar el amor ardiente de los pueblos democráticos por la igualdad, aunque el gusto por la libertad no sea, en su caso y normalmente, tan intenso (de Tocqueville).

Parece así evidente que esa doctrina liberal que algunos actuales pensadores pregoinan, entre los que quiere ahora situarse Espinosa de los Monteros con su think tank, chirría en su pretendida compatibilidad con una visión realmente conservadora como la que mantendrían autores sí declarados conservadores como Edmund Burke, cuando afirma que la sociedad es un contrato no sólo entre los vivos, sino entre éstos, los muertos y los que han de nacer, preconizando la tradición histórica y su continuidad como premisa social. O Juan Donoso Cortés, quien mantenía que si el orden está en peligro, la libertad es su enemiga.

Y es que en sus orígenes, el liberalismo fue precisamente un soplo de aire fresco, oportuno y necesario, frente al conservadurismo de quienes creían que la salvación del hombre y de la sociedad, aun libres, debía pasar por la tradición heredada, la historia como condición, y la costumbre conocida y aceptada como camino por el que transitar: un concepto de la persona y de su esencia social atado al pasado y no precisamente abierto al futuro.

Más recientemente, ya a mediados del pasado siglo XX, es otro pensador liberal, y desde una perspectiva más economicista, Friedrich A. Hayek, el que nos dice que el problema del conservadurismo es que nunca nos ofrece una dirección clara para avanzar, precisamente, por su temor innato a cualquier cambio, aun cuando se demuestre a mejor, lo que supone oponerse al progreso.

Por tanto, parece obvio que la iniciativa de Iván Espinosa de los Monteros tiene más de conservadora que realmente de liberal si realmente se mantiene sometido a los principios ideológicos de lo que hoy es todavía su partido: Y más aún en la deriva de esta formación en los últimos tiempos en los que ha hecho bandera de la añoranza de ciertos tiempos pasados mejores, de retornar como sociedad a valores de naturaleza espiritual, o de rechazar la libertad si esta parece afectar a un cierto orden preestablecido que, por ello mismo, ha de mantenerse inalterado al máximo. Algo que de liberal tiene poca pinta, la verdad.

Que hoy un personaje público como Espinosa de los Monteros anuncie un proyecto de generación de ideas desde un talante supuestamente tan conservador como liberal es, por ello, una contradicción en sí mismo. Y no ya por lo incongruente que pueda resultar desde un análisis más académico como el tan pretenciosamente me he atrevido a pergeñar en estas líneas, remitiéndome a autores clásicos que han opinado suficientemente sobre el particular, sino porque lo que nos sugiere, al menos a quien les habla, es más bien esa suerte de culoinquietismo que se propaga por el sistema nervioso de todo aquel que en un momento dado pierde presencia pública, micro y foco, tras haber planteado un órdago imposible de mantener ante una organización como la de Vox, donde se convive hoy con la fe más que con la razón como herramienta de acción y estrategia política.

Y es que Espinosa de los Monteros es cualquier cosa menos alguien falto de la inteligencia suficiente como para pasar por alto que para lograr el objetico, que no es otro que recuperar un lugar en el olimpo de la acción política, ha de madurarse un proceso que tiene sus fases y que debe analizar los riesgos antes de salir al ring, donde cuando las bofetadas vuelan ya no hay Jean Jacques Rousseau o John Locke que las pare. Como sabe, también, que lo de “liberal” edulcora suficientemente de cara al exterior algo que en el fondo a muchos les cuesta confesar que son: “conservadores”. Y de los peores, porque saben perfectamente lo que supone de apalancamiento, Y por ello, precisamente, son conscientes de lo poco que hay que aparentar estar en él.

Deseoso estoy, por ello, de saber del resto de estrellas que, según anuncia, le acompañarán próximamente en esta aventura que no puede ser otra cosa que conservadora, por mucho que alguno de los que están por aparecer -y estén por ello atentos- se digan, o se hayan dicho alguna vez, liberales.

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