Opinión

Selección

La selección natural desde siempre ha sido el artífice de la evolución de las especies. 

Esta selección natural fue perfectamente explicada por Darwin en contraposición a la hipótesis de Lamarck, hoy totalmente descartada, porque dicha hipótesis de manera especulativa estaba basada en la retroalimentación causal requerida por una explicación funcional sin el pertinente contraste científico.

La selección natural del Psoe de Sánchez
photo_camera La selección natural del Psoe de Sánchez

Así aquella explicación funcional, curiosamente mantenida todavía hoy por alguno que va por la vida con retraso, es la que expone que a fuerza de estirar continuamente el cuello para alcanzar las hojas más altas de los árboles al final muy lentamente por la herencia de tal insistencia las jirafas tienen el cuello tan largo. En cambio, la selección natural darwiniana establece que al tener más probabilidad de sobrevivir por llegar a las hojas de las ramas más altas aquellas [jirafas] que las distinguía el rasgo de haber nacido por casualidad con el cuello largo, estas supervivientes en mayor medida obviamente tenían más descendencia con lo que se transmitían de forma más generalizada sus específicos genes y de esta manera este rasgo del cuello largo se va transmitiendo e imponiendo a las siguientes generaciones. Ambos enfoques son contrapuestos.

Las empresas seleccionan a su personal mediante entrevistas con los candidatos, donde entre otras con cara seria, frecuentemente le formulan al sometido a un primer grado la estúpida pregunta ¿Dónde se ve usted dentro de cinco años? Que me imagino, lo que es otra muestra de especulación, que más de uno ha estado tentado de responder, fijo que estaré en la cárcel condenado por asesinar con alevosía a un perfecto cretino de entrevistador. Aquí estamos, me refiero a la pregunta no al asesinato, ante el perfecto ejemplo de selección mediante una cadena de causas disfuncionales que obligan en la presentación de su imagen a estirarse hasta el infinito al pobre candidato si quiere tener una posibilidad de obtener el puesto; pero qué se puede esperar de quien, sin abochornarle su impresentabilidad, a las personas las cosifica y etiqueta de recursos humanos.

También seleccionan las bandas de delincuentes, aunque solo lo hacen las profesionales no las formadas por cuatro “garramantas” corruptos, incapaces de dar pie formal con bola sensata, viajando juntos en un turismo cantando a voz en grito y desafinando “si eres conductor de primera, acelera, acelera”, mientras se turnan al volante entre visita y visita a los lupanares de carretera.

Estas, las bandas organizadas para delinquir obviamente no hacen la pregunta reseñada típica del entorno empresarial pues ahí la respuesta que he imaginado [en la cárcel] tiene mucha lógica y honestidad, en su lugar como buscan para integrar y completar el conjunto gente espabilada de verdad, en lugar de un tonto útil, preguntan al candidato ¿Cómo se registra un mueble durante un allanamiento de morada para dar pronto con el posible botín?

Y descartan a quien no responde rápido lo siguiente: Sin dudarlo, empezando por el cajón de abajo, por el último cajón, para luego ir subiendo uno a uno, porque al hacerlo así tras haber revuelto el contenido de cada uno de ellos, no hace falta perder tiempo cerrándolo para poder abrir a continuación el inmediato superior, y por tanto al actuar de esta manera se puede dejar abierto el ya registrado y se elimina el riesgo de que al intentar cerrarlo se atranque e impida seguir buscando. Lo que además siempre hace que se gane tiempo lo que es fundamental para poder huir cuanto antes del lugar del delito.

Aquí, entre las serias en su desempeño delictivo y que luego inspiran buenas películas, se da la selección natural, pues son los que nacen con el rasgo de la astucia los que tienen más futuro y es más difícil capturarlos; y por aquello de la tradición familiar son los que trasmiten perfeccionadas sus “artes delictivas” a sus descendientes que son los que se encargan de consolidarlas.

En cambio entre los patéticos y chuscos que engrosan la “tropilla corrupta” no hay ninguna transformación de avance, su triste versión es siempre igual, su movimiento ameboide es incompatible con el perfeccionamiento y por ello no admiten ni la evolución funcional ni la selección natural, y es por tal motivo por el que la repetición y continuidad en sus viciosos rasgos, aunque solo la veamos pasar circulando dentro de un coche, al ciudadano de a pie le genera cada vez más desencanto y desafección, ya le harta y solo le produce un tremendo asco.