Sumar se queja delante de los medios, pero por nada del mundo dejan los sillones de Vicepresidenta o los ministerios (¡Faltaría más!).
Podemos suelta sus ya más que conocidas peroratas moralizantes, pero no retira su apoyo al "gobierno progresista" no vaya a ser que se les acabe el turrón si la tortilla gira y acaba mandando la derecha a la que ellos (ellas y elles) querían reventar (sic).
El PNV y ERC ven con asco lo que pasa y con la boca pequeña hablan, respectivamente, de que: "quizás sería conveniente unas elecciones en 2026" o aquello de "ahora les toca pasar a ellos la persecución que tuvimos nosotros". Nada nuevo. Se trata de alargar la agonía nacional para lograr sus intenciones secesionistas.
De Bildu, ¿qué decir?... Mejor ni mentarlos.
Y Junts, sonriendo y siendo claro: " Ellos ahora son débiles. Los vamos a estrujar".
¿Y los socialistas? Ante tal bochornoso esperpento ven como se quedan sin banderas y empiezan a moverse incómodos. Esas banderas de la lucha anticorrupción y el feminismo que ondeaban orgullosos como adalides impolutos, ahora caen como hojas en otoño. Hasta ahora, veían la paja en ojo ajeno e ignoraban la viga en el propio.
Los sucesivos, incontables ya, e indignantes casos de corrupción (presunta) y machismo (presunto) que se van conociendo a diario de miembros destacadísimos del PSOE, les dejan en paños menores.
Pero yo me pregunto de nuevo: ¿Será suficiente esta cascada denigrante para que el votante socialista despierte y deje de votarles? Cuando veo por televisión a esa gente entusiasta que a pesar de la que está cayendo, aplauden a rabiar en sus mítines; lo pongo en duda.
Desalojar a este gobierno ya no debería ser sólo un objetivo de las derechas, sino de cualquier ciudadano bien informado, excluyendo, claro está, a los que no desean el bien para nuestro país (que haberlos, los hay).
¡Ay España!... ¡Qué buen vasallo si hubiera un buen señor!