Posiblemente sea cierto que el PP es el partido más corrupto de la historia de España, con todos sus escándalos de fraudes, cohechos, malversaciones, financiaciones ilegales, y mil líos más. Pero también es probablemente tan cierto como lo anterior que el PSOE no le anda de lejos a la zaga, con sus propios enredos en los que anda últimamente más perdido que Adán el día de la madre. Pero de lo que sí tenemos certeza absoluta es de que el actual presidente del Gobierno y secretario general socialista es, con total seguridad, el político más alejado del concepto de verdad que podemos encontrar: un mentiroso como la copa de un pino, vamos. Algo que ya no niegan ni los suyos, amparados en el mantra que ya repiten sin cesar de que “al menos, no gobierna la derecha”.
Y eso sí puede ser el grandísimo problema de un partido centenario como el PSOE, porque si todo su establishment actual decide cerrar filas con Sánchez, y eso es lo que parece que han hecho, salvo alguna excepción muy contada, extremadamente complicado va a ser el día post Sánchez, cuando toque hacer limpieza interna, regenerar cargos y caras, y reflotar un barco cuyo capitán olvida que, antes de plantearse ser el último en abandonarlo, igual debería procurar no chocar con el iceberg: un Narciso enamorado de su imagen en el agua, junto al que el resto de la familia y votantes socialistas son ya como la ninfa Eco, enamorada de Narciso y condenada a repetir la última palabra pronunciada por quien le hablara. Si nuestro Narciso en Moncloa corre el riesgo de terminar ahogándose en el río de vanidad que le devuelve su hermoso reflejo, todo su partido corre el riesgo de quedarse neciamente repitiendo para toda la eternidad el último lamento de su norte y guía.
Pedro Sánchez ha entrado en liquidación porque ha perdido cualquier posibilidad ya de que nadie le compre la moto que le quiere vender. Pero es una operación de saldo muy peligrosa, porque lo que va a hacer es reventar el mismo mercado a la desesperada. Y a él, realmente le da igual, porque o no ve el desaguisado que se nos viene encima, o porque le da rematadamente lo mismo, que para eso es un ser indolente, cínico y autocomplaciente que ni siente ni padece. Y es que Sánchez ha decidido vender por piezas y a precio de rebajón lo que ya a nadie le interesa en conjunto porque no funciona.
La entrega a la Generalitat catalana de todas las competencias en materia de recaudación y gestión tributaria es el último despiece de un Estado al que Sánchez ha perdido cualquier respeto porque considera, simple y llanamente, que el despechado es él por no correspondido. Es la última de las mentiras de un PSOE que, en junio de 2024, hace solo un año, echaba en cara a Feijoo la propuesta del hoy líder del PP de un concierto a la vasca o a la navarra para Cataluña, según declaraciones del gallego en 2016. Y no le faltaba razón a la portavoz del PSOE, la burgalesa Esther Peña, recientemente sustituida por la catalana Montse Mínguez en el atril de Ferraz, cuando achacaba al PP de Feijoo lo que el PSOE de Sánchez acaba de hacer: en noviembre de 2016, en Cataluña, en una charla en el Círculo de Economía de Barcelona, el Feijoo manifestaba: “no digo yo que el concierto catalán no tenga razón en cuanto a la demanda, porque es verdad que lo tiene Euskadi y lo tiene Navarra”.
El problema es que la misma oferta del PP de Feijoo de 2016 es la ganga del PSOE de Sánchez de 2025. Exactamente lo mismo. Solo que el cambio de opinión de los socialistas en esta ocasión viene justificado no por el interés de los españoles, por supuesto. Ni siquiera por el de los catalanes. Viene motivado por la sola necesidad de Sánchez de agarrarse al sillón, cuando Feijoo era en el PP de 2016 el verso suelto, aunque, eso sí, presidente de una nacionalidad histórica como Galicia.
Sánchez está de ofertas ante los nacionalistas catalanes porque precisa que lo sigan sosteniendo si los suyos en el resto de España le niegan su apoyo, algo que parece más que obvio en quien ni se somete a la confianza del Congreso ni convoca elecciones con la que está cayendo. Y su oferta tiene solo un destinatario: esos votos de PNV, Junts y ERC que lo van a llevar en volandas hasta donde y por el tiempo que haga falta, porque todo lo que le vaya mal al conjunto de España les vendrá bien a ellos para decir que por eso no se tienen por parte del todo.
De cuando el PP liquidó también algún stock seguimos padeciendo las secuelas en forma de cesiones desiguales a nacionalistas en sus respectivos territorios que nunca se revirtieron. Todo indica que, de nuevo, y ahora con un Pedro Sánchez más apretado que nunca por sus crisis, volveremos a las gangas y ocasiones para que otros se lleven por un precio irrisorio lo que tiene un valor enorme: la dignidad y la integridad de un Estado y de todo un país.
España está en venta…