Estos últimos días hemos tenido un verdadero ramillete de ejemplos de memeces por parte de algunos de nuestros representantes políticos, algo que, más allá de por el valor de sus propuestas, debiera inhabilitarlos simplemente por faltar a algo tan básico, o que debería serlo, como tener dos dedos de frente y pensar las cosas antes de hacer o decir lo primero que se les ocurre.
Sin ir más lejos, Santiago Abascal, líder de Vox, participó hace unos días en directo, conectado desde Madrid y dirigiéndose a los manifestantes en la marcha Unite the Kingdom (Unir al Reino), promovida por la ultraderecha nacionalista británica contra la inmigración, obviando que es precisamente ese sector ideológico el que, con su bandera de defensa de la soberanía nacional, jamás aceptará eso que para Vox, al menos hasta ahora, ha sido una reivindicación permanente: ¡Gibraltar español! Sería curioso conocer la opinión de la ultraderecha británica sobre esos nuevos amigos de Vox españoles como Jorge Buxadé, que mantiene que Gibraltar es “parte de la unidad nacional”, o como Javier Ortega Smith, que tiene incluso una orden de detención vigente de las autoridades gibraltareñas que le hace evitar hasta el acercarse siquiera a la valla. O será que Abascal ya no cree que haya que reclamar lo que los ultras británicos consideran suyo sin discusión posible…
Digno de cierto asombro ha sido también el episodio de las declaraciones ante el frustrado final de etapa de La Vuelta en Madrid, hace también unas fechas, del ministro socialista del Interior Fernando Grande-Marlaska, afirmando en apenas un minuto que las protestas callejeras, vistas por todos en televisión, que obligaron a suspender la carrera ciclista dado el riesgo para los propios deportistas, fueron “pacíficas” para pasar a continuación a desear una pronta recuperación a los veintidós policías heridos en esas algaradas. O fue pacífica la protesta o resultaron esa más de una veintena de policías heridos en ella, ministro, pero las dos cosas al mismo tiempo parecen difíciles de entender…
Aunque si quieren una buena, la de Xavier García Albiol, alcalde del PP de Badalona, cuyas explicaciones son harto complicadas de aceptar cuando ha defendido expresamente que en su ayuntamiento se haya aprobado, con sus votos a favor, los de su grupo municipal popular, una moción de apoyo y adhesión al Pacto Nacional por la Lengua promovido por la Generalitat catalana y firmado por PSC, ERC, Comuns, o plataformas que abogan por la exclusión del castellano en Cataluña como Òmnium Cultural o Plataforma per la Llengua, iniciativa a la que se han opuesto firmemente entidades y personas defensoras del constitucionalismo en Cataluña que han tenido que recordarle al alcalde badalonés que así no, además de mostrarle la frustración que supone su confuso ejercicio de sorber y soplar al tiempo, que ni se entiende ni se asume…
Y por el lado del Gobierno de España, y de boca de su vicepresidenta Segunda Yolanda Díaz, líder -por ahora- de Sumar, tuvimos el encendido reproche desde la tribuna del Congreso y sus posiciones recobradas de lucha de clases desde su proletariado de tinte y permanente a la derecha catalana de Junts, algo que parece que la Vice acaba de descubrir que es Junts: derecha y catalana. Y eso por su voto negativo a la reducción de la jornada laboral, esa propuesta estrella que viene arrastrándose desde la investidura. Curioso que ahora olvide Díaz que fue la primera en subirse a un avión para ir a visitar a Carles Puigdemont en septiembre de 2023 alardeando de un “diálogo” y un “entendimiento” con el catalán que ahora resulta que se ha convertido en un “chantaje” y en “vender España”. Y es que lo de Yolanda Díaz, eso de descubrir de repente que en el Rick’s Café se juega, como en Casablanca le pasaba al capitán Renault, es efectivamente todo un escándalo. Y no porque se juegue, sino por lo que ha tardado en darse cuenta Yolanda Díaz de lo que todos sabíamos ya. Entre la profunda ceguera o el puro cinismo, a saber…
Como les decía al principio, una colección completa de actitudes y declaraciones de varios de nuestros políticos, de todos los partidos, que se vienen repitiendo semana tras semana cada vez que nuestros electos se asoman a un micrófono. Palabras y actitudes no ya solo reprochables, sino verdaderas tonterías, torpezas, bobadas o necedades propias, desde luego, de quien no debería estar en la vida pública ni un solo minuto para demostrar así su cortedad y falta de coherencia.
Tonterías, en suma, que retratan perfectamente a sus autores por lo que hacen o dicen, y que así los califica del todo, pero que también nos retratan a los demás, al conjunto de la ciudadanía, por la responsabilidad que asumimos por haberles dado tantas y tan repetidas oportunidades para demostrar lo que la señora Gump definía tan claramente: que tontos son, sí señor, los que hacen tonterías.
A ver si lo tuviéramos tan claro como lo tenía Forrest en su película…