El gran anuncio
El pasado 18 de septiembre, el Gobierno anunció con bombo y platillo una "inversión histórica" para la red aeroportuaria española. AENA presentó un plan de 13.000 millones de euros para toda España entre 2027-2031, destinando más de 3.000 millones —el 23% del total— al aeropuerto de Barcelona. Las declaraciones oficiales hablaban de "convertir El Prat en un referente de sostenibilidad", de alcanzar "90 operaciones por hora" y de "transformar la infraestructura".
Poco después, AENA arrancó las obras de reforma de la Terminal T1 con una inversión prevista de más de 700 millones de euros, un proyecto que incluye ampliar la fachada 38 metros y añadir 70.000 metros cuadrados a la terminal. Todo parecía indicar que, por fin, Barcelona iba a tener el aeropuerto que merece.
El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, aplaudió la iniciativa. La prensa publicó titulares triunfalistas. Los ciudadanos escucharon hablar de progreso, de competitividad, de futuro. Pero nadie se detuvo a hacer la pregunta incómoda: ¿con qué dinero?
La realidad que nadie quiere mencionar
Mientras los políticos vendían sueños de infraestructuras del siglo XXI, la realidad administrativa era muy distinta. España opera actualmente con los presupuestos prorrogados de 2023, sin que el Gobierno haya presentado proyecto para 2025. Sí, ha leído bien: estamos a finales de 2025 y seguimos gastando con las cuentas de hace dos años.
La situación en Cataluña no es mejor. La Generalitat también prorrogó los presupuestos de 2023 para 2025 tras el rechazo parlamentario del proyecto de Salvador Illa. El Govern, que tanto celebró los anuncios de AENA, no ha conseguido aprobar sus propias cuentas.
Aquí está la trampa: ¿cómo se van a ejecutar inversiones de 3.000 millones planificadas para 2027-2031 cuando no hay presupuestos aprobados ni siquiera para el año en curso? Las obras de la T1, con sus 700 millones, pueden arrancar porque están financiadas con recursos ya existentes. Pero el gran plan, la ampliación de la pista, la terminal satélite, los 90 vuelos por hora... todo eso requiere presupuestos que no existen.
El grueso de las inversiones para la ampliación de la pista y el satélite se acometerá en el siguiente periodo regulatorio, no en el DORA III 2027-2031. Es decir, incluso AENA reconoce que lo prometido se pospone para un futuro indefinido. Pero eso no aparece en los titulares.

El juego político: repartir competencias sin recursos
Mientras se anunciaban miles de millones, los partidos negociaban el verdadero objetivo: el reparto de poder. El pacto de investidura entre PSC y ERC incluye un Consejo Rector Aeroportuario de Cataluña (CRAC) que permitiría a la Generalitat tener un papel determinante en la gestión del sistema aeroportuario catalán.
El independentismo siempre ha querido controlar El Prat, como ya controla el Puerto de Barcelona. La cogestión del aeropuerto es un viejo sueño nacionalista, y el PSC la puso sobre la mesa como moneda de cambio para conseguir la investidura de Illa. Nada de esto tiene que ver con mejorar el servicio al ciudadano. Es puro reparto de cuotas de poder.
Otro tanto ocurre con el control de fronteras. La delegación de competencias en fronteras a favor de los Mossos d'Esquadra afecta a más de 170 agentes de la Guardia Civil en el aeropuerto de Barcelona. El anuncio se hizo en febrero de 2025: los Mossos gestionarían la seguridad en puertos y aeropuertos a partir de septiembre. Grandes declaraciones, aplausos políticos.
Pero cuando llegó el momento de la verdad, en la Junta de Seguridad de diciembre 2024, el acuerdo para transferir la seguridad ciudadana en aeropuertos a los Mossos desapareció del orden del día. ¿Por qué? Porque la propia consejera Parlón admitió que no tenían recursos ni efectivos para asumirlo. Pero el anuncio ya se había hecho. La foto ya estaba en los periódicos. Misión cumplida.
El ciudadano, víctima del teatro político
El trabajador catalán que cada día se levanta para cumplir con sus obligaciones fiscales financia este teatro. Paga el IRPF, el IVA, los impuestos autonómicos, las tasas municipales. Ve cómo de su nómina desaparece un porcentaje sustancial cada mes. Y a cambio, ¿qué recibe?
Anuncios. Titulares. Promesas. Políticos aplaudiendo inversiones que no tienen financiación. Transferencias de competencias sin recursos. Obras que tardarán una década —si llegan a materializarse— mientras el aeropuerto está saturado ahora, hoy, en 2025.
El aeropuerto de Barcelona actualmente se halla al límite de su capacidad, habiendo alcanzado ya los 55 millones de pasajeros para los cuales fue proyectado. La infraestructura colapsa en temporada alta. Los tiempos de espera son excesivos. La experiencia del viajero es cada vez peor. Pero los políticos prefieren anunciar megaproyectos para 2033 que solucionar los problemas de 2025.

La disolución silenciosa
Hay algo más grave detrás de todo esto. Cada transferencia de competencias, cada órgano de cogestión creado, cada vez que los Mossos sustituyen a la Guardia Civil o la Policía Nacional, se produce una erosión silenciosa de las estructuras del Estado en Cataluña.
No se trata de defender corporativismos ni de negar el derecho de la Generalitat a gestionar sus competencias. Se trata de señalar que estas transferencias se hacen sin recursos, sin planificación, sin presupuestos, y con un único objetivo: crear hechos consumados políticos.
El CRAC para cogestionar el aeropuerto no va a hacer que los vuelos salgan más puntuales. Traspasar el control de fronteras a unos Mossos que admiten no tener efectivos suficientes no mejorará la seguridad. Son movimientos políticos disfrazados de gestión eficiente.
Y mientras tanto, la presencia de las instituciones del Estado se difumina, no porque las autonómicas sean más competentes, sino porque el proceso se gestiona como un reparto político en lugar de como una mejora administrativa.
Cuando las promesas se olvidan
La estrategia es siempre la misma: gran anuncio, mucha foto, titulares optimistas. El ciudadano escucha hablar de miles de millones, de modernización, de progreso. Se genera esperanza. Se crea la ilusión de que algo va a cambiar.
Pero pasan los meses. Los años. Y nadie pregunta por aquellas promesas. La prensa no hace seguimiento. Los políticos están ocupados con el siguiente anuncio grandilocuente. Y el ciudadano, saturado de información, olvida que en septiembre de 2025 le dijeron que iban a invertir 3.000 millones en su aeropuerto.
En 2028, cuando el aeropuerto siga igual o peor, los mismos políticos anunciarán un nuevo plan. Otros 3.000 millones. Otra fecha futura. Otra ilusión. Y el ciclo continuará, porque funciona. Porque la propaganda sin consecuencias es la herramienta perfecta: genera rédito político sin coste alguno.

Conclusión: gestión o propaganda
España y Cataluña necesitan infraestructuras modernas. El aeropuerto de Barcelona debe ampliarse. Los ciudadanos merecen servicios públicos eficientes. Nadie discute esto.
Lo que debe cuestionarse es la práctica sistemática de anunciar inversiones multimillonarias sin la base presupuestaria que las respalde. Es irresponsable prometer 3.000 millones para 2027-2031 cuando no se tienen aprobadas las cuentas de 2025. Es demagogia transferir competencias sin los recursos necesarios para ejercerlas. Es propaganda pura presentar como logros acuerdos que nunca se materializan.
El trabajador que paga impuestos tiene derecho a algo más que titulares. Tiene derecho a una gestión seria, a presupuestos reales, a obras que se ejecuten y a políticos que rindan cuentas de sus promesas. Pero mientras el debate público se centre en el espectáculo y no en la gestión, seguiremos financiando un teatro carísimo donde los únicos que nunca aparecen en escena son los ciudadanos que lo pagan.
El aeropuerto de Barcelona necesita inversión real, no anuncios. Los catalanes necesitan gestión eficiente, no propaganda. Y España necesita políticos que presenten presupuestos antes de prometer miles de millones. Mientras tanto, seguiremos volando en un aeropuerto saturado, pagando impuestos para financiar promesas que se evaporan en el aire... como los aviones que nunca despegarán de esa tercera pista que llevan prometiendo desde hace años.