Pero lo más relevante del CEO no es solo quién adelanta a quién, sino cómo se reconfigura todo el tablero catalán. El sondeo apunta a un escenario fragmentado, volátil y radicalmente distinto al que conocíamos.
PSC: el ganador silencioso
Mientras el debate público gira alrededor del independentismo, los datos del CEO son claros:
PSC: 38-40 escaños.
Salvador Illa consolida una ventaja sostenida y se proyecta como fuerza central del futuro Parlament. En un ecosistema roto en varias piezas, los socialistas emergen como única opción estable de gobernabilidad y se mantienen en el primer puesto de la parrilla electoral.
ERC: resucita tímidamente
ERC: 22-23 escaños.
Los republicanos recuperan algo de aire tras meses de desgaste. No lideran nada, pero sobreviven. Y en un Parlament tan atomizado, la supervivencia ya es poder. Eso les permitiría seguir pactando con el PSC y asegurándose esos puestos bien remunerados de sus cargos más relevantes. Han pasado de estar “casi” muertos a estar “casi” vivos.
Junts: el declive que ya nadie puede negar
Junts: 19-20 escaños.
Puigdemont sigue siendo un actor relevante, pero ya no es el polo de atracción del independentismo. El CEO lo coloca empatado con Aliança Catalana, algo impensable hace solo un año. El voto huye y lo hace hacia la derecha identitaria de Orriols. Pierde nada menos que 15-16 escaños y alrededor del 30% de votos.
Sin duda, este es el dato que golpea más duro: En voto directo, la líder de Aliança supera al expresident. Un mazazo emocional y estratégico para un partido que durante una década se creyó intocable y que hoy, curiosamente, ve salir esta encuesta a la opinión pública mientras se juzga en la Audiencia Nacional de Madrid a su líder absoluto y fundador de Convergència, Jordi Pujol. ¿Casualidad o destino?
Aliança Catalana: la irrupción que rompe el tablero
Aliança Catalana: 19-20 escaños.
Sílvia Orriols deja de ser un fenómeno local para convertirse en actor decisivo. Su crecimiento es transversal: recoge desencanto de Junts, voto identitario y desafección con la política clásica. Su discurso duro y su narrativa de ruptura funcionan, guste o no.
El CEO la revela como la opción más atractiva dentro del independentismo de nuevo cuño, ese que quiere menos diplomacia y más choque frontal. Sea con España o contra la inmigración.
La derecha constitucionalista: presencia pero sin fuerza decisiva
Vox: 13-14 escaños.
En el espacio electoral españolista, Vox le da el “sorpasso” a PP aunque por la mínima, consiguiendo una intención de voto de 13-14 escaños (cuando ahora tiene 11) y, sumando sus escaños a los de Orriols, daría a lo que denominan “la extrema derecha” un total de 33-35 escaños. Es decir, uno de cada 4 votantes de Catalunya “son” de extrema derecha.
PP: 12-13 escaños.
Los populares bajan de los 15 escaños conseguidos por Alejandro Fernández a los 12/13 actuales quedando en la sexta posición del tablero electoral catalán y demostrando su escasa influencia política en esta región. Podrían llegar a influir, pero no determinan la gobernabilidad sin grandes pactos transversales y fuera de toda naturalidad ideológica.
Un independentismo más roto que nunca
El CEO certifica el cambio de ciclo:
- El voto independentista baja por debajo del 40 %.
- El bloque se parte en tres almas distintas:
- ERC (institucional).
- Junts (posconvergencia desgastada).
- Aliança Catalana (identitaria y contestataria).
- La hegemonía ya no es de nadie.
Y, en este marco, el dato simbólico vuelve a dominarlo todo: Orriols es, hoy, más atractiva que Puigdemont para el votante directo. Este cambio no solo refleja preferencias: anuncia una batalla interna por el liderazgo del soberanismo que marcará los próximos meses.
Conclusión: Cataluña entra en terreno desconocido
El CEO no deja lugar a dudas:
- Illa gobierna el centro del tablero.
- El independentismo pierde cohesión.
- Puigdemont retrocede.
- Orriols emerge con fuerza.
- Y el Parlament que viene será el más fragmentado de la historia.
Cataluña se encamina hacia unas elecciones donde nada está garantizado y donde cada voto contará para diseñar un mapa político completamente nuevo. Lo único seguro es que el sorpasso simbólico entre Orriols y Puigdemont no es un accidente: es la consecuencia -lógica e inevitable- de un cambio profundo en el electorado catalán.