La cuestión es que se ha puesto de moda que los protagonistas de las sesiones plenarias no sean los políticos si no los ciudadanos y, en concreto, los colectivos de funcionarios que no están contentos. Y es que “la pax” plenaria se rompió cuando el colectivo funcionarial que estaban negociando su nuevo convenio (tras 11 años de vigencia del antiguo) ocupó no sólo la Porxada si no el salón de plenos sacando la famosa “tarjeta roja” que enseñaron a los políticos, pero, especialmente y como no podía ser menos, a los 13 concejales que forman el equipo de gobierno de la quinta mayoría absoluta socialista (seguida) en Granollers.
Ya entonces, la queja principal era lo difícil que se hacía negociar con “la patronal” y la aparición de una nueva figura como era el entonces recién nombrado gerente (cargo de confianza) del Ayuntamiento, que se mostró como poco “facilón” y muy “combativo” ante parte de un funcionariado no acostumbrado a esas posturas. Como todos sabemos, después de meses de negociación el acuerdo se cerró y ya tienen los 800 trabajadores y funcionarios de nuestro Ayuntamiento el convenio firmado, a pesar de que internamente algún grupo de los que estaban integrados en el Colectivo Negociador, no estuviera muy de acuerdo.
Y ahí está el problema. Escasos meses, diríamos semanas, después las trabajadoras de las Escuelas Bressol de Granollers plantean jornadas de huelga reivindicando mejores ratios, servicios, ayudas y apoyo. Un par de manifestaciones en la Porxada durante el verano y la posterior entrada de las vacaciones paralizan las acciones y, es posible, que las jornadas reivindicativas ante la toma de soluciones del gobierno municipal que ya se habían publicitado antes de la huelga. Por tanto, no sabemos si el conflicto está o no “desactivado” pero, al menos, sigue “dormido”. Pero también tuvieron sus sesiones de acceso al pleno para ser visualizados y escuchados.
Y ahora viene el tercer conflicto y el que más se está alargando y más ruido va a generar. Por diversos motivos. El principal es porque atañe a un colectivo muy susceptible para la ciudadanía: la Policía Local. Todo empieza a visualizarse cuando en época navideñas del año pasado (2024) la policía local no cubre todos los servicios y no realiza horas extras (algo que se llevaba facturando desde tiempos remotos y por las que cobran un plus importante). Esa presión se hizo aún más patente cuando en un mismo domingo se celebran la Mitja Marató y el desfile de Carnestoltes y muchos de los efectivos de refuerzo (horas extras) se ponen simultáneamente de baja dejando a la ciudad sólo con las patrullas del turno y faltos de efectivos para dirigir los dos eventos más multitudinarios de público que ofrece la capital del Vallés Oriental cada año.
Obviamente, el tema se tensa entre “la patronal” o el Ayuntamiento y el colectivo de la policía Local que, a pesar de eso, queda en minoría con posterioridad respecto a sus compañeros funcionarios y trabajadores del ayuntamiento y ven como se aprueba el convenio colectivo, muy a su pesar.
Y en esas estamos. La Policía Local sigue con sus exigencias, tan lícitas como las de cualquiera, fuera de convenio y con presión continua ante el fichaje del nuevo inspector, denuncias cruzadas, etc etc etc…. Vamos, un “ambientazo” que vio su penúltimo capítulo la noche del lunes en la Porxada, primero, de forma civilizada por supuesto, con pitidos, gritos y consignas y, más tarde, en forma algo anacrónica, cuando invadieron la sala de plenos, sacaron las muy recurridas tarjetas rojas, los pitos a pasear y algunos chillidos extemporáneos carentes de la elegancia debida. El cualquier caso, ello influenció sobremanera a nuestros regidores, a los que costó retomar el aire a sus discursos o al tono habitual del plenario.
Como cosa curiosa, los manifestantes en la sala aplaudieron el discurso de Cristina Tarrés de Vox sobre el presupuesto y el “tarannà” del equipo de gobierno y, también y aquí viene la extrañeza, aplaudieron el discurso de Joan Ricart de Granollers Primaries, en las antípodas ideológicas y nacionalistas de Vox.
En definitiva, si la Policía local quería encontrar ruido mediático lo consiguió. Otra cosa son las formas en que lo logró y las ganancias (o pérdidas) que van a extraer tras esta presión a sus patronos políticos. Porque, no nos engañemos, la cara de “esto no está bien” o “no me gusta” no la pusieron sólo los 13 integrantes del equipo de gobierno socialista si no la gran mayoría de los políticos de todas las formaciones e ideologías.