Los de Puigdemont notan el aliento de Aliança Catalana de Silvia Orriols en su cogote electoral

Junts propone bajar impuestos después de subirlos durante 40 años seguidos

Era un hecho evidente para muchos: si una institución política hubiese acumulado experiencia en subir impuestos — año tras año, sin miramientos ni pausas — esa era la vieja Convergència i Unió (y su derivado actual, Junts). Durante décadas, los catalanes han visto cómo la presión fiscal en su comunidad subía, subía… y subía un poco más. Ahora, sin embargo, llega el momento del cambio radical: “¡Bajaremos el IRPF y eliminaremos el impuesto de sucesiones y donaciones!”, proclama Junts.

Silvia Orriols o la mosca cojonera de Puigdemont
photo_camera Sílvia Orriols o la mosca "cojonera" de Puigdemont

Y uno se queda pensativo: ¿qué ha sucedido para que de repente pasen del “subimos sin complejos” al “vamos a rebajar” con tanto entusiasmo? Pues parece que el origen del viraje es algo así como una mezcla de: a) sentir que los ciudadanos ya no aguantan más cargas, b) ver cómo otro partido — la Aliança Catalana de Silvia Orriols— amenaza con quedarse con el electorado de los “menos impuestos” y c) hacer un guiño a todos aquellos que decían “cuando gobernasteis no bajasteis nada”.

Junts explica que “el nivel de presión fiscal que recae sobre los contribuyentes catalanes es más alto que en otras comunidades”, que eso “genera desventaja estructural” y “pone en riesgo la capacidad de atraer talento, inversión y riqueza”. En otras palabras: “Ups, quizá nos pasábamos un pelín con los impuestos, ¿no? Vamos a dar un volantazo”.

El proyecto de ley que han registrado, por lo que se afirma, contempla:

  • Suprimir del todo el impuesto de sucesiones y donaciones para padres, hijos, cónyuges y los principales grupos familiares.
  • Rebajar los primeros tramos del IRPF autonómico y subir el mínimo exento.

Hasta aquí, todo parece sensato — o al menos apetecible. Pero el detalle simpático es el siguiente: estos señores han sido durante más de 40 años los responsables de los gobiernos (directos o mediante alianzas) donde se han aprobado esas subidas fiscales. Sí, esos mismos. Por lo tanto, su cambio repentino trae consigo una inevitable ironía: subíamos impuestos, sin quejas, sin problemas… y ahora, cuando alguien amenaza con hacerlo mejor o al menos distinto, ¡ajá! … aparecemos nosotros con la gran promesa de la rebaja.

Se podría decir que es como si un restaurante que llevaba años cobrando de más de repente anunciase: “Hoy menú degustación gratuito” cuando ve que otro local abre al lado con precios bajos. Y lo mejor — el “momento Aha”: se entiende que quizá no lo hacían antes (o menos) por convicción, sino simplemente porque… podían. Y porque no tenían competencia seria que les obligara a mover ficha.

Claro que hay muchos condicionantes: el proyecto de ley “ahora registrado” puede o no salir adelante; y los analistas señalan que no existen mayorías actualmente garantizadas en el parlamento para que prosperen estas medidas. Pero el gesto ya está hecho. Y el mensaje propagandístico también, que en el fondo es lo que buscan los pupilos desnortados de Puigdemont.

Entonces, ¿qué queda para el ciudadano medio? Una mezcla de esperanza e incredulidad:

  • Esperanza porque, bueno, si de verdad se concreta, recibir menos “tortas” fiscales no está mal.
  • Incredulidad porque, vamos, la propuesta viene de “aquellos que subían” y ahora quieren que les creamos que serán los campeones de las rebajas.

En definitiva: bienvenidos al milagro catalán de la “vuelta al buen rollo fiscal”. Eso sí: pendientes del tiempo, porque quizá haya letra pequeña, condiciones, plazos, tramos que “se revisarán”, etc. Y mientras tanto, uno no puede evitar pensar que quizá la motivación fundamental del giro es más política que fiscal: “si no bajamos impuestos, alguien más lo hará y quizá se lleve el voto que pensamos que era nuestro”.

Y ahí está el meollo: cuando una fuerza que ha mandado mucho tiempo –y que ha sido parte de la maquinaria que incrementó impuestos– ve que otro actor le quita la cartera de “prometer menos impuestos”, pues… toca subirse al carro de lo que antes criticaba. O lo que nunca quiso hacer. Irónico, ¿verdad?

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