(Crónica ligeramente alarmista pero absolutamente realista de lo que nos espera con tanta IA)

La era del "Cerebro en Modo Avión”

No quiero asustar a nadie, pero estamos a tres actualizaciones de que la humanidad pase oficialmente a modo decoración activado. Mientras tú lees esto, una inteligencia artificial está redactando un informe, otra está eligiendo tu próxima compra y, la tercera, te está juzgando en silencio por escribir “haber si nos vemos”.
Y tú ahí, tan tranquilo, creyendo que todavía pintas algo.

cerebro en modo avión

Para colmo, nuestros teléfonos ahora tienen personalidad múltiple: llevan tantas IAs instaladas que, según la app que abras, te habla tu coach, tu contable, tu nutricionista, tu psicóloga y tu amiga la intensa. Tú solo querías mirar la hora y acabas en una intervención de terapia de grupo organizada por tu propio móvil.

La cosa empezó muy inocente: “Ay, qué rico, el móvil me termina las frases”. Ahora el móvil te termina las frases, las ideas, los trabajos, la compra semanal y, si te descuidas, hasta las relaciones personales.
—Cariño, ¿quieres hablar?
—Escribe aquí tu emoción y te la reescribo con más madurez emocional.

Vamos a dejar de pensar, dicen algunos. Discrepo.
¡Eso hace años que lo hicimos! Y nos salió regulero. Pensar, lo que se dice pensar, lo subcontratamos hace tiempo. El resultado está a la vista: discusiones en bucle, opiniones prefabricadas y decisiones vitales tomadas según lo que diga un test de Instagram de “qué tipo de croqueta eres”.

La IA solo ha venido a oficializarlo.

Porque reconozcámoslo: nos hemos vuelto adictos a que la máquina piense por nosotros. Antes te rompías la cabeza para recordar un nombre. Ahora pones tres pistas en Google: “ese actor moreno que salía en una de miedo pero no daba miedo” y te lo acierta antes de que termines de escribir.
¿Resultado? Nuestra memoria es ya oficialmente un trastero lleno de cajas que pone “consultar al asistente”.

Y cuidado: el siguiente paso será peor.
En poco tiempo las IAs escribirán nuestros mensajes, elegirán nuestras fotos, corregirán nuestros sentimientos y filtrarán nuestras decisiones. Acabaremos teniendo vida emocional en outsourcing.

Si seguimos así, no te digo yo que en 2030 no estemos todos en casa, sentados, con el cerebro en “modo avión” mientras las IAs gestionan lo importante:
tu agenda, tus dramas, tus recetas, tu autoestima, tus curvas de la felicidad y tus posibles crisis existenciales.

Eso sí, habrá ventajas.
Por ejemplo, no tendremos que discutir nunca más. Bastará con decir: “ChatGPT, ponme una bronca razonable, pero sin gritos, y que acabe con reconciliación romántica”.
Y ¡ahí está! Solucionado.
Bien pensado, esto debería existir ya, la verdad.

¿Y los trabajos?
Pues mira, si la IA lo hace mejor, más rápido y sin quejarse, lo lógico será que la contraten a ella. Nosotros quedaremos como los becarios, esos que siempre están por ahí “para aprender”. Una especie en extinción que sobrevive a base de dignidad y cafeína.

Hasta entonces, si puede ser, saquemos el cerebro del modo avión, aunque solo sea para sorprender al algoritmo.