Y yo me alegro porque estoy convencido de que el deporte femenino juega un papel fundamental para conseguir una sociedad más justa. No en balde dediqué muchas horas de mis clases de Educación Física al futbol, al baile y al salto de comba para romper tabús i estereotipos entre mi alumnado masculino y femenino.
Ayer, como otro más, estuve pegado al televisor disfrutando y sufriendo a partes iguales. La selección de futbol femenino nos tiene tan bien acostumbrados que nos costó reconocerlas en las dificultades del partido que fueron creciendo a medida que Inglaterra se asentaba en el campo.
Y es que desde los prolegómenos se planteó el partido como una "oportunidad", no como una revancha o un sueño. Con ello quizás se quiso quitar presión a las jugadoras pero a mi entender lo que se hizo fue desinflar la ambición hispana. Desapareció el Quijote que permitió en el Mundial que una defensa (Olga Carmona) llegara al área rival y enchufara ese trallazo al fondo de la portería, o que la mejor del mundo (Aitana Bonmatí) clavara entre poste y portera un espléndido balón en la semifinales. Y apareció el Sancho con su mentalidad racional y llena de dudas. Eso hizo que una delantera que es todo fuego como Salma Palleruelo no pudiera rematar dos ocasiones delante de la portería y que el balón le pasara entre las piernas.
Cuando llegaron los penaltis me sorprendió ver como la entrenadora rival reunía a sus jugadoras en un círculo estrecho y las arengaba. También me sorprendió que la arenga durara tanto. Pero cuando vi que a las inglesas les cambiaba el lenguaje corporal tras la charla y que sus miradas reflejaban determinación, me temí lo peor. Lo peor para el resultado del partido, se entiende.
La única que mantuvo el Quijotismo, esa fresca locura que nos lleva a grandes hazañas, fue Cata Coll. Su "desfachatez" y acierto nos mantuvieron vivas. Pero Sancho se impuso y España se olvidó de creer. Y entonces...ni las mejores jugadoras del mundo aciertan a entrar un balón en una portería inmensa ante una portera pequeñita.
No se puede quitar méritos a todo lo que han logrado nuestras jugadoras. Des de aquí mi reconocimiento sincero y mi aplauso. Seguro que llegarán muchas más citas para conseguir grandes éxitos deportivos. No lo pongo en duda.
Me gustaría, no obstante ver en ellas esa chispa de locura feliz del Quijote, en lugar de ver esas frentes arrugadas de preocupación propias de Sancho Panza.