OPINIÓN

En recuerdo de un buen político

Este 10 de mayo se han cumplido seis años de la desaparición de Alfredo Pérez Rubalcaba. Y parece que hace siglos que no está…

Alfredo Pérez Rubalcaba 2

Con sus luces y sus sombras, como en toda trayectoria de cualquier persona pública por haber destinado un tiempo de su vida a la política, la de Pérez Rubalcaba será siempre un gran misterio. Y no por lo que hizo o dejara de hacer, sino porque quien fuera secretario general del PSOE entre febrero de 2012 y julio de 2014 se llevó consigo la respuesta a una pregunta que muchos nos hacemos: ¿qué diría Pérez Rubalcaba sobre su PSOE de hoy en día?

La reciente historia del PSOE, al menos en los últimos quince años, ha venido marcada por el talante y forma de actuar de quienes han ocupado su secretaría general: Alfredo Pérez Rubalcaba y Pedro Sánchez. Baste un primer dato: Pérez Rubalcaba dimitió como secretario general socialista tras perder su partido las elecciones europeas de 2014 asumiendo personalmente los malos resultados: más de tres puntos por debajo del PP. Sánchez, al contrario, con un peor resultado perdedor, de más de cuatro puntos de diferencia con el PP, sigue impasible en el cargo. Cuestión de perspectivas, que dirán algunos…

Lo cierto es que ambos secretarios generales socialistas han liderado su partido en momentos especialmente críticos en relación con la cohesión del Estado español ante las tensiones provocadas por el nacionalismo desde Cataluña. Y ambos lo han hecho con posiciones muy distintas. Opuestas e incompatibles, realmente.

De Pérez Rubalcaba puede decirse que fue un político pragmático, pero al mismo tiempo de gran sentido institucional y profundamente comprometido con la idea de una España unida en su diversidad y dentro del marco constitucional. Nunca fue ajeno al diálogo, del que siempre reclamó que se condujera dentro de los límites del Estado de Derecho. De hecho, vivió el primer auge del independentismo catalán ofreciendo reformas constitucionales que siempre tuvieron un límite infranqueable, el derecho de autodeterminación, sin aceptar jamás poner en cuestión la unidad de España.

Alfredo Pérez Rubalcaba
Alfredo Pérez Rubalcaba

Pedro Sánchez, sin embargo, ha demostrado otro modo de hacer política, condicionándolo todo a las urgencias de la gobernabilidad. O de la falta de ella, quizá, a la vista de las constantes cesiones, más o menos encubiertas, a los siete votos de Junts en el Congreso y a los caprichos de un prófugo de la Justicia como Puigdemont, del que ha pasado de la promesa de traerlo ante los jueces a intentar amnistiarlo mientras negocia con él sin pudor alguno cómo reventar el Estado.

Aquellos “socios inasumibles” para Pérez Rubalcaba son los “amigos para siempre” de Sánchez en apenas unos años, lo que supone una tensión insoportable de la democracia española. Algo que, curiosamente, no parece tensar, no al menos en exceso, las convicciones internas en un PSOE donde se calla vergonzosamente o donde, cuando se protesta, se hace en voz baja y sin ánimo de molestar.

Por eso se pregunta uno qué habría sido hoy de ese Pérez Rubalcaba que sí tenía al PSOE como un partido de Estado, el que creía que debía representar un equilibrio entre el cambio social y la estabilidad institucional. El que, según testimonio de otro socialista, Miquel Iceta, veía en Sánchez no a un socialista o a un socialdemócrata, sino a un “radical de izquierdas”, como cuenta Antonio Caño en Rubalcaba, un político de verdad (2020). El que se vio al fin abandonado por la conveniencia y el oportunismo de quienes se cobijaron, como el propio Iceta y tantos otros, a la sombra del nuevo secretario general en cuanto el antiguo expresó dignamente su voluntad de hacerse a un lado ante una derrota electoral.

A los seis años de su muerte, y algo más de una década de su salida de la política activa, una personalidad como la de Pérez Rubalcaba es de las que se echan de menos. Por su coherencia y la expresión clara de principios. Pero sobre todo por el hecho de haber sabido mantener los compromisos y asumir las responsabilidades, algo que es rara avis en la escena política actual. Y claro que es posible que con Pérez Rubalcaba hubiéramos podido sorprendernos con la enésima decepción de un socialismo español claudicante ante la necesidad, el sectarismo y la mínima oportunidad frente a la difícil, que nadie lo niega, alternativa de defender un modelo de país y de sociedad. Nunca lo sabremos.

Pérez Rubalcaba y Pedro Sánchez
Pérez Rubalcaba y Pedro Sánchez

Pero sí tenemos alguna pista de la clara certidumbre que albergaba Pérez Rubalcaba sobre lo que se anunciaba en el horizonte político, de lo que advertía expresamente. No en vano es quien acuñó el concepto de “gobierno Frankenstein”, que pronunció en una charla en junio de 2016, durante unos cursos de verano de la Complutense en El Escorial, afirmando que “el PSOE no puede hacerlo”.

Apenas unos años más tarde, y sin Pérez Rubalcaba para ser voz y recordatorio de lo que el PSOE fue y debiera haber seguido siendo, muchos creemos que con él desapareció definitivamente un partido con el que a veces, y en algunas cosas, coincidimos en el objetivo de una España mejor y para todos. Con el que muchas más discrepamos precisamente con ese propósito. Pero con el que desde la coincidencia o la discrepancia podrían haberse construido puentes donde hoy alguien solo levanta muros. Y por eso parece que fue hace siglos…

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