¿Por qué el PP no presenta una moción de censura a Pedro Sánchez?

En los últimos meses, y especialmente desde que estalló la crisis política en torno a Pedro Sánchez y su Gobierno, se ha repetido una pregunta entre analistas, ciudadanos y tertulianos: ¿por qué el Partido Popular no presenta una moción de censura o fuerza al presidente a dar explicaciones en el Congreso?

Sánchez frente a Feijóo
photo_camera Sánchez frente a Feijóo

La respuesta, lejos de ser evidente, obliga a mirar más allá de la superficie de la política parlamentaria y adentrarse en las estrategias, los cálculos y las decisiones que, muchas veces, se toman más por interés que por convicción.

La oposición que no actúa

El PP insiste públicamente en que Sánchez debe comparecer, debe dar la cara, debe explicar lo que sucede. Pero lo cierto es que no ha utilizado los mecanismos más potentes que la democracia parlamentaria le ofrece para lograrlo: ni ha presentado una moción de censura, ni ha impulsado con contundencia una comparecencia urgente del presidente con el respaldo necesario para que prospere.

Algunos podrían pensar que el motivo es sencillo: el PP no tiene los apoyos necesarios para ganar una moción de censura. Y es cierto. Pero también lo es que ganarla no es el objetivo de este tipo de iniciativas. El propósito real sería retratar políticamente al Gobierno, forzar una reacción, situar al resto de partidos y mostrar a la ciudadanía que hay una alternativa real.

Sin embargo, eso implicaría asumir un riesgo, mojarse, liderar. Y ahí es donde parece que el PP ha decidido ser prudente. Prudente hasta la inacción.

Una estrategia de desgaste a medio plazo

Desde Génova se apuesta por la erosión lenta, por el desgaste constante, sin grandes gestos. Se busca dejar que el Gobierno se debilite por su propio peso. No quieren “quemar las naves”, como si se tratara de un ajedrez donde lo importante no es mover las piezas, sino evitar ser el primero en hacerlo.

Pero mientras tanto, el PSOE marca el ritmo. Pedro Sánchez decide cuándo comparece, cómo lo hace y sobre qué. La falta de una ofensiva parlamentaria firme permite al presidente tomar oxígeno, y convierte la presión en simple ruido mediático, sin consecuencias reales.

Y en ese juego de cálculo, el Congreso pierde relevancia. La democracia se debilita cuando sus instituciones no se usan con la fuerza que la ley permite. El Parlamento no puede limitarse a ser un plató para declaraciones: debe ser el lugar donde se actúa.

¿Y si ya les va bien así?

Quizás haya que contemplar una posibilidad incómoda: que a ambos grandes partidos les convenga este tablero. Uno gobierna con margen para manejar los tiempos. El otro evita asumir riesgos y se posiciona como alternativa sin confrontar directamente. La política convertida en una partida de espera.

Pero quien pierde es la ciudadanía. Se nos niega un debate parlamentario de altura, se nos escatiman explicaciones y, lo más grave, se debilita la rendición de cuentas.

Conclusión

El Partido Popular sí puede presentar una moción de censura. Sí puede forzar la comparecencia del presidente del Gobierno. Si no lo hace, es porque ha decidido no hacerlo. Y esa decisión, lejos de ser neutral, dice mucho sobre el tipo de oposición que ha elegido ser.

En tiempos de crisis institucional y desafección ciudadana, la política necesita menos calculadoras y más responsabilidad. Y quizá lo que más falta hace hoy es liderazgo. Del que asume costes, no del que los evita.

Por eso, también es momento de que la ciudadanía se atreva a mirar más allá del bipartidismo. De cuestionar el tablero tradicional y dar oportunidades a nuevos proyectos que nacen con vocación de regeneración democrática, de participación real y de cercanía con los problemas cotidianos.

En ese camino, iniciativas como Cree, liderada por el abulense Manuel Hernández y un equipo ilusionante y comprometido, representan una bocanada de aire fresco. Porque solo cuando apostamos por cambiar las reglas del juego, cambia el resultado de la partida.

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