A Alvise Pérez se le acabó la fiesta antes de empezar

Entre disrupción y razón: Política Posible

Estos días pasados parece que ha terminado de despeñarse y fracasar la última de estas experiencias disruptivas en política, esa que protagonizaba Alvise Pérez con un nombre tan insólito como llamativo: Se Acabó La Fiesta (SALF). Toda una invitación a poner fin a los desmanes y abusos de los políticos profesionales, del bipartidismo tradicional, convertido ahora en una especie de dúo de bloques en el que las cuitas internas de cada uno de ellos no parecen ir más allá de una discusión familiar de Nochebuena, que, sin embargo, se ha ido a pique. Apenas diez meses ha durado la sorpresa que realmente no lo fue.

los tres eurodiputados de SALF
photo_camera los tres eurodiputados de SALF

Desde hace un tiempo llevamos algunos buscando cómo dar salida a la inquietud de no tener una referencia política en la que confiar a la hora de depositar nuestro voto en las urnas. Y en estos meses desde que decidimos dar un paso para ver si éramos capaces de construir una alternativa que ofrecer a nuestros conciudadanos, y aún en el trámite de poner negro sobre blanco entre todos los que somos la propuesta de cómo convivir todos mejor, que de eso se trata, ha habido siempre quien ha venido proponiendo a Alvise Pérez y su éxito electoral el pasado mes de junio de 2024 como un modelo a seguir. Que si qué manejo de las redes, que si cómo se desenvuelve para combatir las viejas formas, qué si el discurso fresco con soluciones inmediatas, o que si sangre nueva que renueve estructuras anquilosadas. Y en menos de diez meses, nada de nada.

El último episodio de Alvise Pérez ha sido llamar a los suyos, a los que queden de aquellos algo más de ochocientos mil votantes en los comicios europeos, que seguro que alguno seguirá fiel a su mesías particular, a lanzarse abierta y públicamente contra los otros dos diputados titulares de sendos escaños en el Parlamento Europeo, Diego Solier y Nora Junco, acusándolos de haberse vendido a los lobbys internacionales. Sobre los problemas judiciales del promotor y líder de la agrupación de electores SALF, obviamente, ni una palabra que aclare lo que ahí ha habido. Difícil, pues, confiar en cambios fuera que no se dan dentro.

Por eso quienes nos embarcamos en ver si podemos dar forma a una alternativa lo hemos hecho, algunos al menos, con grandes dosis de prudencia, de paciencia y, sobre todo, de razón. Sabiendo que las medidas disruptivas, esas que muchos tanto reclaman sin saber siquiera a lo que se refieren, son muchas veces la mejor manera de, justamente, no disrumpir, de no cambiar, de mantener las cosas como están. Incluso de empeorarlas. Conociendo, por la experiencia y la razón, que el sistema es como es no por capricho, sino porque así debe ser tras años, si no siglos, de experimento social que avanza equivocándose algunas veces y acertando otras muchas, mejorando pese a sus crisis periódicas y salvando los muebles in extremis casi siempre.

La experiencia fallida a todas luces de SALF debería hacernos entender que frente al populismo fácil de quienes han intentado reventar un sistema tradicional de dicotomía izquierda/derecha dividiendo y extremando esas posiciones lo que no cabe es precisamente más populismo fácil. Que el sistema no se combate, sino que se reforma y se mejora, porque no hay otro; que los cambios se hacen desde dentro porque no hay muchas más revoluciones posibles, no al menos en el sentido clásico del término; que la nueva política depende de las personas, de su talante ético, de su capacidad de empatizar, de su compromiso con la razón y, sobre todo, de su voluntad de que las instituciones y sus procesos simplemente funcionen como han sido diseñadas y creadas para funcionar.

Quienes estamos convencidos de que para ejercer hoy la política ya no sirve de nada ser o sentirse conservador, liberal o socialista porque son los tiempos y sus circunstancias los que en cada momento aconsejan adoptar decisiones apropiadas a los problemas que concurren, y que estas soluciones pueden no coincidir siempre y en todo lugar porque lo que importa es la solución y no un apriorismo ideológico irracional, sin que ello excluya el respeto a valores y principios universalmente reconocidos, lo que estos días sabemos de lo que está pasando con SALF nos refuerza en ese camino sosegado y tranquilo que busca crear la mejor herramienta con la que actuar: principios, método y resultado. Y los nombres y las caras no importan, si justamente se trata de que esa herramienta sirva al mayor número de personas y por el mayor tiempo posibles.

En ese proyecto nos hemos empeñado en preguntarnos siempre por qué y para qué antes de atarnos a una propuesta. Pero el secreto del éxito, que no será sino de todos, y no estará solo en llegar a tener unos cargos  y unos sueldos para quienes puedan representar ese proyecto, radicará en ser claros en las propuestas y en las metas, no levitar con promesas irrealizables y trabajar por lo posible, único camino para acercarse a lo que parece imposible.

Y disruptivos, sí. Pero desde la razón. Haciendo lo que nadie hace: cumplir.

A este intento de hacer algo útil y duradero lo hemos llamado Cree, aunque no pretende ser en absoluto un acto de fe, sino todo lo contrario: pensar que es posible hacer las cosas bien queriendo hacerlas bien para todos. No hay mucho más. Ni menos Posiblemente porque la política es algo más sencillo que andar inventando novedades o esperando milagros. Y también algo más complejo que prometer que se acaba la fiesta. Pero es solo mi humilde opinión, por supuesto.

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